José Rafael Madriz, Un Héroe Anónimo.
Carlos Subero “Es la historia de un hombre que tuve la dicha de conocer, de un hombre que jamás renunció a lo que creía era lo correcto”
Advertencia al lector.
Esto, es algo muy personal; la verdad ese es el fin y así están dispuestos los medios, el radio de lectores que me siguen, aquí va disminuir a lo mejor hasta llegar a cero, más que un escrito para divulgar, es un escrito para desahogar; Necesitaba escribirlo antes de que el tiempo siga borrando los detalles, los momentos y las sensaciones.
¡Madriz y el Quijote!
Madriz fue un político, al menos eso creía; todo su idealismo y todo su ímpetu correspondían más a un romántico; era el líder natural de la Parroquia Santa Rosalía, no había en todo
El Cementerio y sus alrededores quien no le conociera.
Yo llegué a conocerlo; aunque tenía unos quince para ese momento y él algunos setenta y tantos, fuimos amigos; era Adeco, y se autodenominaba secretario político, era una de esas personas que genera amor y camaradería o rechazo y animadversión; muchos lo tildaban de loco y hasta en casa de mis abuelos prevalecía esa creencia.
De pequeño, siempre lo veía, dando gritos por las esquinas y cuadras de Los Samanes, Los Jabillos, Los Cármenes, Los Totumos, Los Higuerotes, entre otras calles aledañas; reconocía su uniforme porque en casa de mis abuelos abundaban artículos y franelas con el mismo logo que él siempre llevaba en su pecho; ahí, el símbolo de AD se ensanchaba por lo amplio de su espalda.
Un día viniendo del Centro Comercial Prado de María, venía con mi abuelo de cobrar su pensión; y el sujeto para ese entonces desconocido, gritó: “¡Subero, viva AD, fuera los ñangaras!” a lo que el abuelo respondió “Así es carajo”.
Ese día recuerdo bien haberle preguntado a mi abuelo ¿Quién era? Y me respondió: “Que era un compañero de partido” allí quedó mi primera impresión de Madriz, antes le temía por la rudeza de su rostro y la robustez de su cuerpo, después de ese episodio, le saludaba siempre; más de una vez me entregó volantes y me llegó a preguntar que si yo era Adeco, a lo cual siempre le respondí que sí, sin saber ni siquiera a qué se refería.
Era un hombre incansable, a la semana como mínimo yo le veía unas dos o tres veces, la mayoría de ellas gritando consignas; cuando nadie apoyaba a AD porque había perdido todo crédito en el primer lustro del Gobierno de Chávez; cuando ese partido se hallaba en ese tiempo desmembrado y en las ruinas, ese hombre tenía la valentía y la inolvidable perseverancia de pregonar las consignas y llevar siempre su franela y boina del partido.
Conocía como nadie, a los vecinos y sus situaciones; desde su total imposibilidad económica los ayudaba; por suerte tenía él una casa, que otrora había sido en la Av. Los Cármenes sede del partido, y que ostentaba una placa casi ilegible que la identificaba como “Casa de Partido de La Parroquia Santa Rosalía”.
Una casa de corredor largo, a la izquierda, entrando, puros cuartos que habían sido oficinas, cuadros corroídos de Rómulo, viejas insignias del partido, el himno de la organización escrito con pintura al fondo, un gran escritorio que parecía había pertenecido a todos los secretarios generales de la parroquia.
Allí vivía; casi en la indigencia; había perdido todos los servicios por falta de pago; apenas una bombona oxidada le permitía coser algunos alimentos que los vecinos le regalaban. Madriz no estaba registrado en el seguro social y vivía de la sincera colaboración de la comunidad.
Siempre pulcro, con su voz grave y sentenciosa, con los reflejos de quién conoció grandes personalidades de la política, a veces no podía disimular su pobreza, y más de una vez la franela de AD, se le veía gastada y con algunos huecos que sugerían que había sido usada en una batalla del siglo XIX.
Presumo era de origen Canario, por sus facciones y su porte, pasaba el 1,85 y tenía unos brazos largos que de seguro usó en su juventud para derribar a unos cuantos; los ojos pequeños, el ceño siempre fruncido, la boca cerrada con ahínco eran sus rasgos más prominentes, un hombre así inspiraba respeto por no decir miedo.
Vociferando consignas vencidas, trabajando por algo que recién había sido destruido, advirtiendo el talante comunista de quienes para ese momento se mostraban sobradamente democráticos, no podía generar en las gentes violentas e intolerantes sino insultos e improperios; creo que no exagero cuando digo que para esos años él era el único que daba públicamente la cara por el partido en todo el territorio nacional y no le temía a nadie.
AD en las ruinas…
Los que profesaban el culto chavista, en esa época estaban en plena efervescencia, el petróleo subía, el poder económico y los militares devotaban sus favores “al comandante”, su popularidad crecía como la espuma, aún no se declaraba socialista y eso le habría cupo y aceptación en clases que posteriormente le combatirían; los medios lo aceptaban con regularidad y pregonaban sus hechos, sus discursos y sus bromas amenizaban los diarios y radio noticias, yo apenas tendría unos 8 o 9 años.
Todavía no sucedían las protestas de 2002, nadie oponía al comandante, sólo Madriz en las calles del cementerio advertía el peligro de ese liderazgo, solo Madriz se atrevía a enfrentar a sus seguidores, sólo Madriz gritaba hasta tarde casi en la noche, por la puerta de la casa de mis abuelos “Viva Acción Democrática Subero”.
La abuela: “ahí está el loco ese” “no descansa” “A ti no te da pena Subero, tú que le sigues la corriente”.
Pasó el tiempo, Chávez no fue tan cómodo para algunos sectores de poder nacional; se descubrieron intenciones que había tenido soterradas, se convulsionó el país y los poderes más conservadores se prestaron para sacarlo, ya eran los años de 2002 en adelante, me interesaba yo más por la política, viví los estragos que el paro petrolero hizo en el país, era un niño y Madriz, feliz seguía, gritando que Chávez caería.
Gritar a favor de Acción Democrática en ese tiempo, era tanto como corear a Pérez Jiménez en los días de enero y febrero del 58”; el partido había caído en las ruinas materiales y espirituales, el poder económico, y los medios de comunicación que habían apoyado a Chávez más los militares habían contribuido en ello, el ánimo era generalizado, a un adeco por esos años ni se le ocurría mencionar su condición.
Chávez con la ayuda de medios privados, había logrado lo que parecía imposible; desacreditar al partido que a mal del grado de muchos hizo a Venezuela un país más equitativo y popular, un país más soberano; y los que antes habían participado en las romerías (festivales del partido dónde se compartían cual verbenas comidas, concursos y se donaban fondos a la organización) y se llenaban la boca gritando que eran Adecos ahora por esos tiempos o se declaraban chavistas o simplemente ocultaban sus “vergonzosos” orígenes.
La diáspora del partido fue abismal y sin precedentes.
Ese era el mérito de Madriz: contravenir un sentimiento generalizado de la sociedad, ir contracorriente, perseverar en lo que él creía, so pena de recibir insultos y amenazas; Madriz con su ejemplo me enseñó que la constancia y la palabra son los valores más honrosos de una persona y que lo material no falta si uno se entrega con sinceridad a las causas que devota; con él aprendí que la política es calle y servicio, es contacto con la gente y constancia.
La populosa parroquia Santa Rosalía en Caracas, había sido un bastión inexpugnable de AD, sus jefaturas civiles siempre fueron del partido, sus juntas parroquiales, los centros de votación llevaban siempre una avalancha de votos blancos que ratificaban el talante acción-democratista de la parroquia y de pronto cuando llegó el gobierno de Chávez se convirtió automáticamente en una parroquia netamente Chavista, penetrar siquiera alguna autoridad civil bajo el nombre de AD era imposible, convocar una reunión con un quórum aceptable bajo el nombre del partido era imposible, AD se reducía a Madriz.
Mi incorporación al partido…
Pasó el tiempo, yo cumplí quince años y sucedió la muerte del abuelo, con noventa años nos dejó a todos; la casa estuvo abierta con mi abuela vestida de negro, recibiendo con café todas las visitas de condolencias y consuelos.
Fueron amigos ancianos de mi abuelo, gentes de la iglesia cercana, vecinos y de último, cuando no se creía que recibiríamos más visitas, llegó Madriz, mejor vestido que de costumbre, se le recibió con las mismas atenciones que a sus precedentes, la misma taza de café, la misma disposición de mi abuela por escucharlo, pero conmigo al lado de ella.
Madriz contó varias cosas ese día que mi muy mala memoria ya ha olvidado, pero entre ellas sugirió que el Dart de mi abuelo había servido para trasladar en la clandestinidad a Rómulo pero no apuntó bien el periodo exacto, además que el abuelo había sido clave en varias movilizaciones de la operación galope y que había trabajado de encubierto en algunos mítines de Betancourt para garantizar su seguridad.
De inmediato al siguiente día me dispuse a ver quién realmente era el fulano Betancourt que siempre escuchaba, y descubrí lo plausible y loable de lo que Madriz había contado ese día.
Cada vez más me interesaba la política y Madriz al parecer lo había notado desde hacía tiempo; le confesé a mi abuela que ya no quería ser médico, que quería ser Político a lo cual mi abuela me regañó y me dijo que nada de eso, que me olvidara de esos cuentos, que viera, que observara bien como terminan los políticos sugiriendo a Madriz y mi Abuelo como ejemplo, que eso “no traía nada bueno”.
La prohibición, mezclada con mi edad de entonces, hicieron que no me resistiese a ir después de varios días a la casa de partido; ese día al llegar de clases, me fui directo con el uniforme, le dije a mi abuela que tenía que comprar algún material que me habían pedido en el colegio, y acudí a dónde comenzó todo…
Con miedo, con esa sensación de que estaba haciendo algo incorrecto, con ganas, con dudas, preguntándome ¿Qué rayos haces yendo para allá? Con toda la presión social que me sugería que eso de la política no era para alguien de mi edad, fui, toqué la puerta y me abrió Madriz.
Recuerdo como si lo estuviese viviendo, que la voz me tembló para decirle:
-Madriz quiero inscribirme en el partido.
A lo cual me respondió con absoluta satisfacción y disimulada alegría:
-Haces bien hijo, ya te busco una planilla y te hago un carnet.
Ese episodio que en aquel momento creí verdadero, hoy varios años después me doy cuenta que fue un noble montaje del viejo Madriz para mantener mi ilusión viva y ganarme para la causa partidista, una jugada muy hábil de su parte.
En seguida me dijo:
-Ya vengo
Y trajo consigo una planilla amarilla y a punto de deshacerse, que venía con un talonario debajo para arrancar, siempre recuerdo que me repitió varias veces, con el mismo gesto de nobleza teatral:
-Recuerda bien llenarla con bolígrafo negro y mucho cuidado, sin enmendaduras; llévatela a tu casa y me la traes mañana y hablamos mejor de lo que debes hacer a partir de ahora.
Pues así comenzó mi primera incursión en el sistema político venezolano.
Me llevé la planilla, mientras iba por la calle me pregunté ¿Por qué no harán planillas nuevas? Y entre mi preocupación porque se terminara de deshacer cual documento del siglo XIX y llenarla con cuidado para “inscribirme” en el partido, apresuré el paso a casa de mis abuelos.
Llegué y guardé la planilla con celo, al rato después de almorzar me dispuse en la mesa del comedor dónde siempre hacía mis tareas a llenarla, le hacía preguntas extrañas a mi abuela ¿Cuál es el código postal de aquí abuela? ¿Qué significa dd/mm/aa? Y así seguía hasta que al final la completé, no sabía qué hacer con el talonario de abajo y lo llené pero lo dejé pegado.
Al día siguiente sin que mi abuela ni nadie supiese nada, me salí más temprano que de costumbre del colegio y fui a llevarle la planilla a Madriz.
Actuó con absoluta naturalidad, me dijo pasemos para explicarte ahora lo que debemos hacer.
Me dijo:
-El talonario es tuyo, déjame firmarlo por detrás para que tenga validez, guárdalo que eso es lo único que te va a permitir entrar a las reuniones e identificarte en la seccional y la nacional. (Cabe acotar que aún yo no entendía esos términos).
Me explicó, que vendría pronto en el partido una reestructuración, y que yo debía estar preparado para competir en unas elecciones por el cargo de “Secretario Juvenil de la Parroquia Santa Rosalía”, me explicó que partiendo de allí podría ir ascendiendo hasta llegar a ser el secretario general de la parroquia y con el tiempo optar por una concejalía o algún cargo parroquial.
Lo cierto es que todo fue un noble montaje para que me animase a pertenecer a las filas de Acción Democrática a las cuales pertenecí cuatros años sin interrupción alguna.
La reestructuración y el re-censo del partido aún lo estoy esperando.
Madriz, me regaló unos estatutos que en apariencia de verdad se asemeja al acta que firmaron nuestros padres fundadores de la república, una edición que le quedaba de 1971 y que aún conservo, me dijo que lo leyera y que la próxima semana tendríamos nuestra primera “caminata”.
Su currículum era muy interesante, unas cuantas prisiones con Pérez Jiménez, unas cuantas torturas en Guasina, unas cuantas degustaciones de comida ante el temor de Rómulo por creer estaban envenenadas coronaban las especializaciones de su hoja de vida.
De sus relatos aprendí y a veces sentí “El Rin” “La Panela” entre otras torturas ingeniosas de la antigua seguridad nacional; me confesaba con jocosidad los fraudes electorales que cometió, me dijo un día que el centro electoral de Telares Los Andes lo estaban ganando los comunistas por primera vez en el 63” y recibió órdenes expresas de desaparecer esas urnas electorales a como diera lugar, y se preparó con un revólver calibre 38” a hacer lo propio: dos tiros al aire, un “Viva Acción Democrática” le bastaron para agarrar las urnas entre empujones con su corpulencia y huir hasta desaparecerlas en alguna altura del Guaire que no me especificó.
Con los días, sonó el teléfono de la casa de los abuelos; un hombre de voz grave preguntaba por mí, sería ésta la primera de muchas llamadas, era Madriz:
-Hijo, cuando puedas pasas por la Casa de Partido, hay varias cosas de que hablar.
-Claro, en cuanto pueda voy, asentí.
Con el debido permiso me enfilé con la misma emoción del primer día, me sentía solicitado, esa llamada de verdad me hizo sentir que mis servicios o mi presencia eran necesarios en una gran empresa y eso, siendo tan joven, me agradó.
Llegué, y Madriz estaba sólo sentado, me empezó a hablar de una posible reestructuración y recenso del partido, de la necesidad de que me preparase para ella en unas posibles elecciones juveniles, además me dijo que en un par de semanas habría un acto del partido en Guatire en la que había sido la casa natal de Rómulo Betancourt, me dijo que era importante que fuera para que empezara a conocer los orígenes de la organización y la importancia de su fundador, me prometió y lo recuerdo claramente que de ser posible me acompañaría.
Me explicó que yo debía aspirar al cargo de secretario juvenil de la parroquia y que debía para ello armar un buró de cinco jóvenes porque así lo disponían los reglamentos, me dijo que el buró era como un equipo que me acompañaría en actividades y reuniones que yo propusiese.
Además me dijo que con el tiempo y si lo hacía bien podía aspirar a la secretaría juvenil de Caracas, cuya sede quedaba en el paraíso y a la cual debía a juro según él de asistir y presentarme ante un señor llamado Guillermo Miguelena como el "próximo" secretario juvenil de la parroquia.
El señor era y a la sazón de lo escrito aún es, el secretario general del partido en la seccional Caracas, y con el tiempo hasta nos hicimos amigos.
El partido en la parroquia era un real desastre, como ya he dicho el partido era Madriz; y sus limitaciones económicas y físicas había puesto a AD en calidad de partido imaginario que sólo habitaba en la cabeza de José Rafael y se materializaba en sus gritos y recuerdos memorables.
Los primeros pasos.
El reto, se presentaba para mí en varias fases, o al menos ahora lo veo así; primero hacer habitable la casa de partido, segundo habitarla, tercero animar a la gente a participar y cuarto ganar las elecciones internas como secretario juvenil.
El segundo semestre de 2007, Madriz empezó con ánimos renovados a decirle a todo el mundo que yo, "el carajito" formaba parte del partido, recuerdo ahora con mucho sentimiento como se sentía él orgulloso de tener un joven, tan joven además, siguiéndolo ahora en sus caminatas, me dijo que antes de empezar, antes de ir a la sede de caracas, antes que nada debía conocer a la gente, porque ellos eran la política, me repetía hasta al cansancio que la política verdadera estaba en las calles, en las avenidas, en el contacto directo, lo recuerdo, lo recuerdo claro y a pesar de que la ciencia sugiere que la memoria auditiva es la primera en perderse, recuerdo el tono de su voz diciéndomelo, me decía además que debía conocer quienes podían ayudarme y quienes no, quienes eran los compañeros y quienes podían serlo, me repetía que me grabara el nombre de la gente y de las calles, que así llevaría ventaja frente a cualquier candidato que quisiera competir en mi contra.
Sin saberlo, el condenado, me enseñaba como librar una campaña, sin saberlo me estaba candidateando para unas próximas elecciones que él estaba seguro iban a darse, así conocí la parroquia a profundidad, hasta ahora y después de tantos años me doy cuenta que acaté la orden de grabar en mi mente los nombres de la gente, recuerdo a Aura Córdoba anciana dueña de una ferretería en la Av. Principal, verdadera dueña de la casa de partido que según su testimonio donó sin arrepentimientos al partido dicha casa, recuerdo a tantos compañeros, a Juan Rodríguez, a Carlos Viloria, recuerdo a la señora Ana que vivía en una casa dentro del Ambulatorio Conde Flores cercano a la Gran Colombia, recuerdo a Mario Córdova, a Jesús Ramírez, a Rossana Carmona, a la familia Abad, recuerdo a José el de la tintorería, recuerdo al Sr. Camacho, a Nayer, a Elmo Malavé, a José Hernández, a tantos compañeros que participaron en la recuperación de esa sede y con los que tuve el honor de compartir.
Las caminatas duraban horas, debo confesar que yo me cansaba antes que Madriz, hicimos varias, siempre presentándome a gente y diciéndoles que yo era el futuro, que yo me haría cargo del partido en la parroquia, que me conocieran.
-Carlos Subero, me voy yo, queda él; ayúdenlo cuando lo necesite, ya saben.
Mucha gente nos abría las puertas, nos invitaban a tomar algo y algunas charlas se extendían, esas caminatas podían extenderse hasta altas horas de la tarde, Madriz casi me obligaba a aceptar con la mirada todo lo que me ofreciesen, desde café hasta guarapos, desde tortas hasta arroces dulces con leche o coco.
Al cabo de varias semanas y varias caminatas, ya no era ajeno a la gente, ya no era ajeno a la parroquia y sin haberlo advertido ya estaba legitimado y apadrinado para aspirar en mi primera elección.
Pasaron los meses, desempolvé una vieja cartelera dentro de la casa, con mis muy limitadas capacidades artísticas logré armarla con pega, unas cuantas impresiones y papel bond, puse una copia del acta fundacional del partido, una foto de Rómulo, una de CAP, el símbolo por supuesto y la letra del himno "Adelante a luchar milicianos, a la voz de la revolución..." Eso fue lo primero que hice.
La reestructuración en el partido era ya una realidad, el olfato de Madriz no se equivocaba, las elecciones que se avecinaron de alcaldes y gobernadores de 2008 fueron una suerte de movimiento telúrico que sacudieron del adormecimiento a las organizaciones políticas nuevas y tradicionales.
A pesar de que en AD no se hizo ninguna reestructuración formal, si empezó un agresivo plan electorero, de creación de un nuevo padrón electoral, de una nueva red de testigos y veedores y de una reactivación de la maquinaria oxidada y obsoleta hasta el momento, que se creía inservible, el monstro del MAELECAD.
Por suerte esa ola que se levantó en ese mar llano, pacifico y silente en el que se había convertido el partido, nos agarró preparados a Madriz y a mí, y en los primeros meses de 2008 empezó lo que se creía imposible, una reestructuración sui generis, independiente e interna dentro de la parroquia, llamábamos a los compañeros y ellos, al menos algunos, atendían el llamado a las reuniones.
En las primeras reuniones recuerdo había un quorum de unas 8 a 12 personas, lo cual como ya han advertido, era un éxito más que rotundo para nuestra inolvidable casa de partido, pautamos una regularidad para esas reuniones, los miércoles a partir de las 6pm.
La inseguridad a pesar de su latencia no llegaba todavía a los niveles de paramilitarismo que hoy vivimos, así que podíamos darnos ese lujo de pautar ahí en Los Cármenes esa hora para que nadie tuviese excusas por el trabajo u otras ocupaciones.
La regularidad surtió efecto, la gente abrió dentro de sus personales agendas un espacio para la vieja casa de partido, Madriz con su experiencia me instó a que hiciese un registro de asistencia, además de un registro permanente, todo a mano registré nombres, cédulas, direcciones y números telefónicos.
Empezamos desde mi celular, a mensajear convocatorias a las reuniones, las cuales se fueron haciendo extensivas, los asistentes los replicaban y así el radio se ampliaba, aunque Madriz no creía en la efectividad de los medios para él modernos, las reuniones en semanas se ampliaron hasta los 20 y 25 compañeros.
Los vecinos veían aquello con extrañeza, una casa que estuvo a punto de convertirse en la posible guarida de un "vagabundo" ahora era una casa de partido de verdad, concurrida y que representaba un centro de asociación vecinal como en sus mejores tiempos.
Habían cosas que dificultaban la ampliación de la asistencia, sobre todo de índole estético y funcional, el frente lucía terrible, desconchado y derruido, la luz que alumbraba las reuniones era un bombillo en medio del corredor central guindando de un cable que un compañero pudo torcer a través de la casa robando del poste la energía; las reuniones al igual que los juegos de beisbol debían suspenderse por lluvia, las goteras no eran tales, por ellas bajaban cascadas bajo las cuales cualquiera podía darse un copioso baño.
Esas eran las cosas más urgentes, puesto que el mobiliario de oficina había sobrevivido los embates del tiempo, con cicatrices aún quedaban escritorios, sillas, carteleras, cuadros, incluso una engrapadora antiquísima con una reserva de grapas corrugadas.
Aunque Madriz no me dijo ni me pidió nada, yo advertí que hacía falta retocar esos detalles para que una nueva estética pudiera dar paso a una nueva ética de trabajo, servicio y compromiso. Lo pensé aunque no en estos términos.
Y como había ánimo e inspiración, ideé un plan; la casa de mis abuelos con los años por su extensión se convirtió en el vertedero de cachivaches de mis padres y tíos, cada vez que algo no cabía en sus apartamentos pero tenía algo de valor, lo llevaban al patio trasero para que vegetaran allí, así había desde petróleo, sí solidificado, hasta unas lámparas rojas de Kerosén Coleman, había de todo.
Mi tío quién fue jefe civil de la parroquia, amigo de Madriz y secretario político de la parroquia, había dejado la carrera política para dedicarse a los negocios de la construcción, en los cuales le fue bien. Había dejado en casa de mi abuela, rollos y rollos de cable, de mantos asfálticos, de herramientas, repuestos de sus maquinarias, cauchos inclusive; le dije a Madriz si tenía a alguien que me acompañase a buscar a algunas cosas en la casa de mi abuela para llevar a la casa de partido y dispuso de Leo, un hombre servicial que me acompañó.
Entre Leo, su carretilla y yo, cargamos los rollos de cable, los mantos asfalticos y algunos cuñetes de pintura, sin el consentimiento ni el conocimiento de nadie en la casa de mis abuelos, encontré la oportunidad de sustraer todo aquello por una buena causa.
El mismo Leo se encargó de hacer la magia: lijó, remendó y pintó el frente, tendió el cableado nuevo para alumbrar por completo la casa en sus antiguas instalaciones, con sus antiguas lámparas, puso unos cuantos mantos en el techo y botamos en una jornada de colaboración vecinal cachivaches viejos limpiando a fondo todo.
Ya todo estaba listo para hacer política, ya todos los medios estaban dispuestos, entonces no quedó más sino acometer la empresa titánica de reestructurar, remoralizar, revitalizar y reconstruir el partido, allí en nuestra noble parcela.
¡Hasta que lo logramos!
Sin darnos cuenta todo el comité ejecutivo parroquial se reestructuró, casi todos los cargos se llenaron sin necesidad de realizar elecciones; pero resultó que después de todo el esfuerzo que empeñé, Elmo Malavé antiguo secretario general de esa parroquia quiso promover a su hijo para el puesto al cual yo aspiraba, resulta entonces, que Madriz me dijo: tendrás que contarte.
De repente en la convocatoria de la reunión semanal, se les dijo a la gente que esta era especial, porque se llevarían a cabo unas elecciones cerradas para decidir quién quedaba con el cargo de Secretario Juvenil, si el hijo de Elmo Malavé o yo; resulta que asistieron unas 40 personas, algo impresionante cuando veníamos de 25 a 30; allí se explicó la situación, por parte de mi adversario su padre realizó una apología y por mi parte Madriz realizó otra, con manos alzadas al estilo más clásico, 28 personas me promovieron a mí al cargo y mi contrincante paso a formar parte de mi buró, varias cosas hicimos juntos, con el tiempo formamos un buen equipo.
Todo ya estaba dispuesto, sin darnos cuenta esa estructura leninista de organización que representa AD, estaba acerada y blindada; cada secretaría se dispuso a completar su buró; en semanas a mediados de 2008, éramos la parroquia mejor organizada de Caracas y cuidado sino de todo el país; para cuando recibimos a Antonio Ledezma en su campaña para Alcalde Mayor ya pasábamos los 100 compañeros, recuerdo esa noche, llovió y Ledezma dijo después de una presentación que como secretario juvenil le hice “que se sentía satisfecho de tanta asistencia, que jamás se imaginó que esa casa volvería a renacer”.
Según cifras del CNE, después del 99 la parroquia había aportado en todas las elecciones siguientes entre 400 y 1900 votos, para cuando nosotros nos dispusimos con el trabajo que describo, aumentamos esa cifra y para el año 2008, la tarjeta de AD sacó 3980 votos; cifra significativa si se tomaba en cuenta que el partido después de la hecatombe, no gastó en publicidad ni un solo bolívar, ni televisiva, ni por prensa ni de ningún tipo.
Aquello fue un aliciente para todos nosotros, ver en cifras como se traducía nuestro humilde y artesanal trabajo no tenía nombre; sin embargo, ese ritmo decaería después de elegido el candidato por el cual dimos todo. Antonio Ledezma en quién depositamos todo nuestro trabajo de base, nos dio una patada para ser gráficos y explícitos después de ascendido a su cargo.
¡El vampiro y sus cosas!
Con tan corta edad me tocó enfrentar una de las situaciones más desagradables de mi vida; con 16 años tuve que soportar insultos y agravios de gentes que creían que yo era uno de los autores de una estafa que se suscitó en la casa de partido.
Lo cierto de la candidatura de Ledezma es que no arrastraba ni los pies, estaba más solo que la una; su partido de cuadros ABP no era capaz para el momento y creo que tampoco ahora, de reunir a más de 5 personas en su nombre; entonces con la inhabilitación de Leopoldo López y el pacto con AD para sustentar su candidatura fue que pude salir a flote como un “peor es nada”.
Yo no celebro la prisión que sufre en estos momentos, y las situaciones tan aciagas por las cuales atraviesa pero si advierto que son el resultado de sus malos procedimientos y de su displicencia para quienes lo llevaron a estar donde estuvo.
En su oficina en la torre EXA en el rosal, acudí varias a veces buscar material publicitario para su campaña, asistí de background a sus ruedas de prensa y serví de enlace para con la gente de las parroquias, la verdad para ese momento era poco por no decir nada lo que quería para mi, aun estaba lejos de cumplir la mayoría de edad y no ambicionaba más de lo que me daban mis generosos padres; lo que quería era que le respondiera a las gentes por las cuales yo daba la cara.
Su director que ahorita olvido el nombre y Richard Blanco, prometieron allá en mi parroquia becas, empleos y ayudantías; todo se lo llevó el viento, lo único que vi en los últimos años de su período eran unos tanques plásticos para tres ranchos que daban el frente del barrio de la cota y los sin techos. No tuvieron siquiera la decencia de organizar, al menos con las parroquias, un agasajo después de esa histórica victoria que la fabricaron los barrios, cuando ese día de noviembre 2008 nos quedamos colmando los centros electorales hasta que se contara el último voto y defendimos su candidatura a ultranza.
Mi viejo Madriz, me dijo que nunca creyó en él porque había hecho lo mismo en los 90´ cuando le había ganado a Aristóbulo, inclusive me contó mi viejo que cuando varios compañeros de partido fueron a reclamarle a la sede de la alcaldía en aquel momento por haberse desaparecido y no cumplir las demandas legitimas que le hacían, mandó sin temor alguno, perros bravos que mordieron a varios viejos guasineros y pensionados, para que se fueran de la alcaldía.
La mala experiencia que les comentaba, es que para cuando nos ofrecieron todo eso con cifras y nombres de instituciones y direcciones donde entrarían a trabajar los compañeros y a estudiar los otros becados, nosotros con la mayor sinceridad y entusiasmo nos pusimos a recoger currículos de las personas para irlos ubicando a medida que nos fueran llamando; resulta que nunca nos llamaron y el 0414… directo que yo tenía de la persona de Ledezma jamás volvió a estar activo; fueron, sin exagerar, cientos de currículos que quedaron fríos en la casa de partido y cientos de compañeros decepcionados por tal estafa, que creo fue premeditada.
Mi impotencia fue tal, que me desaparecí varias semanas, y el viejo Madriz respeto mi decisión, no fue sino hasta pasado un mes que me visitó y me alentó de nuevo con sus anécdotas y frases a retomar la lucha que veníamos dando; llegó así el momento de ingresar a la universidad y todos los compañeros, que aun quedaban, estaban ansiosos por saber dónde había quedado y que estudiaría.
Para sorpresa de muchos o pocos, dependiendo del número que me lea; apenas salí del colegio yo quedé entre los primeros 300 seleccionados para estudiar ingeniería en la UCV, de hecho cursé un semestre completo; dos cosas me hicieron cambiarme a la metropolitana: una novia y las matemáticas tan ahincadas que se dictan en el ciclo básico de ingeniería de la universidad central de Venezuela.
Todos esos compañeros que llevábamos dos años compartiendo y trabajando juntos, se sintieron orgullosos y compartían conmigo la misma cuota de felicidad cuando me vi seleccionado en esa oportunidad; entre todos me organizaron un sancocho para celebrarlo allí en la casa de partido y Madriz con el orgullo guardó el recorte de prensa dónde aparecía mi CI y la palabra “admitido”, ya no gritaba sino que “el carajito va a ser ingeniero de la central”.
Varias alegrías le di a Madriz en vida, varias intervenciones mías en mítines en las barriadas, una aparición en globovisión en la cual denuncié y amenacé a Chávez y que Madriz vio cual mundial de futbol pegado a la TV gritando, varias fueron las satisfacciones que pude retribuirle.
A este punto, aunque no lo demostraba, la salud de Madriz ya estaba bastante resentida, con setenta y tantos, ya no quería caminar como antes y sus pies se hinchaban a un punto en el no podía ponerse ningún tipo de calzado; lo ayudé hasta donde pude con sus medicamentos y con dinero para sus consultas; tenía diabetes y pocas probabilidades de alimentarse y tratarse como debía con esa condición.
Hice todo por conseguirle una pensión por la alcaldía para que pudiera sufragar sus gastos y al final después de tanto insistir le salió; no valió la pena ese esfuerzo, no es por idealizarlo, pero de verdad, cuando cobraba el mismo día lo regalaba a gentes que él consideraba estaban en peor situación, y lo hacía en nombre del partido, no a título personal, a este punto se me hace un nudo en la garganta cuando lo recuerdo.
Voy a contarles una anécdota que capaz algunos no me crean, pero que fue tan cierta y varios vecinos de la zona deben recordarla; yo estaba en el escritorio una tarde a eso de las 2pm pasando unas listas para un padrón electoral que nos solicitaban; cuando de pronto escuché en la calle junto a la puerta, una gritería, cuando salgo eran como 30 personas cargando bombonas de GAS de un camión y Madriz gritando ¡Viva El Pueblo! ¡Viva AD! ¡Bombonas! ¡Agarren una! Sin entender nada increpo a Madriz y le pregunto ¿Qué era aquello? A lo que me responde “tranquilo papá, al pueblo hay que darle de ves en cuando, son gente pobre, que aprovechen” su respuesta no me aclaraba nada. Resulta y yo se que algunos creerán que mi viejo le faltaba un tornillo, a lo mejor sí, y a mí también; resulta que el chofer del mencionado camión le confió la custodia del mismo a Madriz mientras el iba a almorzar a dos cuadras, y el viejo lo abrió y empezó entonces a repartir bombonas. Podrán ya imaginarse el estado de histeria y desespero del chofer cuando llegó y encontró aquel finado festín con las bombonas a su resguardo.
Varios intentos de golpes hubo pero la poblada defendió a Madriz, y yo apenado trataba de ocultarme de aquel incidente; el hombre se fue después de tantos insultos consternado porque aseguraba que debía él pagar aquello de su peculio; Madriz me dijo que eso lo pagaba la empresa y hasta el sol de hoy no se que habrá pasado pero José rafael y sus vecinos quedaron felices para siempre.
Pasado el tiempo seguíamos e íbamos por más, éramos una parroquia temida dentro del partido en toda Caracas y nuestro ejemplo surtió efecto en otras parroquias que trataron de emular lo que veníamos haciendo; varias juntas vecinales a cielo abierto hicimos donde fui el orador; fundamos lo que parecía imposible por aquellos años, varios comités locales (comités directivos encargados de un solo sector reducido y que contiene los mismos representantes que la dirección estadal y nacional).
El ocaso de tan bonita cruzada de 4 años, jamás la olvidaré.
Así como despertamos ese sentimiento partidista y activista, también despertamos ahora que lo veo, celos y envidias; desde hacía mucho tiempo en el partido no se usaba la figura de los “comisionados” y con nosotros empezó a usarse; en una reunión parroquial en horas de la noche, llegaron tres sujetos trajeados con trajes valga la redundancia un tanto demodés presentándose como comisionados del Comité Ejecutivo Seccional; Madriz en otros años había visto la jugada y en pleno la identificó; les advirtió que a la parroquia “no entrarían a joder” y que la próxima vez “se presentaran con más respeto y se sentaran igual que los compañeros” que nos encontrábamos ahí a lo cual Manuel García, Lixiro Solarte y Edgardo Requena respondieron con una bravuconada y se fueron.
Al secretario general de Caracas, a la sazón, el mismo; le incomodaba nuestro auge y más aún cuando siempre en la directiva criticábamos las malas gestiones dentro del partido, más cuando siempre andábamos citando los estatutos, más cuando nos las pasábamos en los barrios y no en las oficinas, más cuando el viejo Madriz los “carajeaba” a todos con su autoridad moral, espiritual y material, más cuando empezamos a pedir elecciones dentro de la organización.
Empezaron los ataques, los comisionados se autodenominaron secretarios general y de organización encargados; Elmo impotente trató de denunciar aquello en un secretariado ampliado en el CES y su voz fue acallada por los cómplices de aquella componenda; yo sobreviví porque no iba a ser bien visto que un muchacho de 18 años al cual todos le reconocían sus logros fuese removido sin más; pero ya nada fue igual que antes, los sujetos que llegaron acabaron el ritmo de trabajo que veníamos implementando imponiendo reglas y con actitudes etílicas que denigraban de sus condiciones y de la paz que había reinado en la casa de partido; Madriz con su salud ya muy deteriorada era poco lo que podía hacer para impedir aquello, más allá de algunas frases sentenciosas y algunas amenazas no podía asistir a los CES ampliados ni muchos menos al CEN porque se le hacía imposible trasladarse, sólo yo y algunos compañeros podíamos hacer frente a aquello.
Ya mis fuerzas mellaban porque no recibía la recompensa que esperaba después de tanto trabajo y entrega; ya Madriz no estaba cual acicate todos los días encima de mí para que hiciera esto o aquello y me dejé llevar por la desorientación y la inexperiencia, ya olía mi retirada de la organización pero no iba a hacerlo por debajo, debía retirarme con estilo y así lo hice.
Organizamos varios jóvenes y viejos de la parroquia y de Caracas, una especie de cruzada dentro del partido le llamamos “Movimiento Betancourista” se lo comenté a Madriz y me dijo que estaba muy bien, sus postulados: promover elecciones dentro de AD y su finalidad más próxima llevarme a la secretaría juvenil de Caracas; el movimiento murió antes de tomar la primera acción; el ruido que causó el nombre dispuso a todos los afectados a acabar con los involucrados en la cruzada estatutaria y legitima dentro de la organización.
Todo, todo empezó a derrumbarse, además mis ánimos universitarios se juntaron con la bonanza petrolera del momento, que puso al dólar en calidad de ganga; mi madre que había estudiado en la universidad de Kansas City, beneficiada por la beca Gran Mariscal Ayacucho entendió la importancia de los estudios en el exterior; así fue como me fui a hacer un curso de verano en la universidad complutense de Madrid, el cual se extendía hasta casi 3 meses, más un mes que me quedaría disfrutando de aquella metrópolis de la cual no he podido olvidarme.
Ese viaje me puso en un estado de ansiedad terrible recuerdo; además de separarme de mi hogar unos 4 meses, me preocupaba por estado de salud de mi viejo y el funcionamiento de la casa de partido; aquello fui preparándolo; les comunique a varios compañeros que me iría por unos meses y les solicité que cuidarán de Madriz, al viejo le prometí llamarlo desde allá y el entusiasmado me decía que le trajera un “jamón serrano” le prometí la pierna completa.
Demasiadas cosas vivimos juntos, hasta disparé una escopeta en el patio de la casa de partido, suya y que prometió dármela cuando muriera; vivimos un susto cuando el techo casi se nos cae encima, me enseñó tantas cosas, sus frases, su ánimo, su fe en mi, sus esperanzas, su amor por el partido, todo, todo lo que me enseñó lo recuerdo con sumo sentimiento, todo en 4 meses se desvaneció, sus groserías a los chavistas, sus famosas mentadas de madre, su arrogancia, los golpes que les dio frente a mí a unos “agitadores”, los helados que nos robamos de un cyber cercano, su pecho inflado al nombrarme, sus insultos a los viejos ñangaras que aun quedaban en la parroquia, sus regaños hacia mi.
Cuando llegue de mi viaje, habían vendido la casa y la habían tumbado para construir allí un horrible edificio de tres pisos lleno de colombianos, Madriz había muerto en el clínico en las peores condiciones, enterrado en un lugar que aun no he descubierto, anónimo sin honores, sin mi durante su sepelio, mi viejo y su casa desaparecieron en un santiamén, toda la fe que depositó en mi y todos los compromisos que les hice, hoy he tratado de honrarlos, hoy en la famosa avenida La Pica del Cementerio figura una gran pared con su rostro, con sus fechas de nacimiento y deceso, apenas pude levantar esa obra de arte justa y popular hace unos meses, más de 4 años después de su muerte; ahí me han contado recientemente vecinos, que le están poniendo ofrendas florales y regalitos al viejo, ahí se hizo inmortal, gracias José Rafael Madriz, ¡gracias mi viejo! Fue el único homenaje que he podido hacerte, este escrito y tu mural, ¡allá en tu barrio! Gracias.
En esta nueva etapa después de varios años, he impulsado varios proyectos, y entre uno de ellos se cuenta “Somos Caracas” la fundación de ese movimiento se hizo precisamente frente a ese mural del viejo, y las palabras de compromiso que allí se sellaron, nos hizo asumir esta nueva empresa con el mismo espíritu de entrega y devoción con que Madriz ejerció en vida su actividad política, calle y más calle, hombro a hombro es nuestro lema.
El partido nunca le hizo ningún un homenaje, ni en vida ni póstumo. El partido como organización perdió la sensibilidad por sus líderes populares, en otro artículo hablaré de esas deudas.
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Carlos Subero “Es la historia de un hombre que tuve la dicha de conocer, de un hombre que jamás renunció a lo que creía era lo correcto”
Advertencia al lector.
Esto, es algo muy personal; la verdad ese es el fin y así están dispuestos los medios, el radio de lectores que me siguen, aquí va disminuir a lo mejor hasta llegar a cero, más que un escrito para divulgar, es un escrito para desahogar; Necesitaba escribirlo antes de que el tiempo siga borrando los detalles, los momentos y las sensaciones.
¡Madriz y el Quijote!
Madriz fue un político, al menos eso creía; todo su idealismo y todo su ímpetu correspondían más a un romántico; era el líder natural de la Parroquia Santa Rosalía, no había en todo
El Cementerio y sus alrededores quien no le conociera.
Yo llegué a conocerlo; aunque tenía unos quince para ese momento y él algunos setenta y tantos, fuimos amigos; era Adeco, y se autodenominaba secretario político, era una de esas personas que genera amor y camaradería o rechazo y animadversión; muchos lo tildaban de loco y hasta en casa de mis abuelos prevalecía esa creencia.
De pequeño, siempre lo veía, dando gritos por las esquinas y cuadras de Los Samanes, Los Jabillos, Los Cármenes, Los Totumos, Los Higuerotes, entre otras calles aledañas; reconocía su uniforme porque en casa de mis abuelos abundaban artículos y franelas con el mismo logo que él siempre llevaba en su pecho; ahí, el símbolo de AD se ensanchaba por lo amplio de su espalda.
Un día viniendo del Centro Comercial Prado de María, venía con mi abuelo de cobrar su pensión; y el sujeto para ese entonces desconocido, gritó: “¡Subero, viva AD, fuera los ñangaras!” a lo que el abuelo respondió “Así es carajo”.
Ese día recuerdo bien haberle preguntado a mi abuelo ¿Quién era? Y me respondió: “Que era un compañero de partido” allí quedó mi primera impresión de Madriz, antes le temía por la rudeza de su rostro y la robustez de su cuerpo, después de ese episodio, le saludaba siempre; más de una vez me entregó volantes y me llegó a preguntar que si yo era Adeco, a lo cual siempre le respondí que sí, sin saber ni siquiera a qué se refería.
Era un hombre incansable, a la semana como mínimo yo le veía unas dos o tres veces, la mayoría de ellas gritando consignas; cuando nadie apoyaba a AD porque había perdido todo crédito en el primer lustro del Gobierno de Chávez; cuando ese partido se hallaba en ese tiempo desmembrado y en las ruinas, ese hombre tenía la valentía y la inolvidable perseverancia de pregonar las consignas y llevar siempre su franela y boina del partido.
Conocía como nadie, a los vecinos y sus situaciones; desde su total imposibilidad económica los ayudaba; por suerte tenía él una casa, que otrora había sido en la Av. Los Cármenes sede del partido, y que ostentaba una placa casi ilegible que la identificaba como “Casa de Partido de La Parroquia Santa Rosalía”.
Una casa de corredor largo, a la izquierda, entrando, puros cuartos que habían sido oficinas, cuadros corroídos de Rómulo, viejas insignias del partido, el himno de la organización escrito con pintura al fondo, un gran escritorio que parecía había pertenecido a todos los secretarios generales de la parroquia.
Allí vivía; casi en la indigencia; había perdido todos los servicios por falta de pago; apenas una bombona oxidada le permitía coser algunos alimentos que los vecinos le regalaban. Madriz no estaba registrado en el seguro social y vivía de la sincera colaboración de la comunidad.
Siempre pulcro, con su voz grave y sentenciosa, con los reflejos de quién conoció grandes personalidades de la política, a veces no podía disimular su pobreza, y más de una vez la franela de AD, se le veía gastada y con algunos huecos que sugerían que había sido usada en una batalla del siglo XIX.
Presumo era de origen Canario, por sus facciones y su porte, pasaba el 1,85 y tenía unos brazos largos que de seguro usó en su juventud para derribar a unos cuantos; los ojos pequeños, el ceño siempre fruncido, la boca cerrada con ahínco eran sus rasgos más prominentes, un hombre así inspiraba respeto por no decir miedo.
Vociferando consignas vencidas, trabajando por algo que recién había sido destruido, advirtiendo el talante comunista de quienes para ese momento se mostraban sobradamente democráticos, no podía generar en las gentes violentas e intolerantes sino insultos e improperios; creo que no exagero cuando digo que para esos años él era el único que daba públicamente la cara por el partido en todo el territorio nacional y no le temía a nadie.
AD en las ruinas…
Los que profesaban el culto chavista, en esa época estaban en plena efervescencia, el petróleo subía, el poder económico y los militares devotaban sus favores “al comandante”, su popularidad crecía como la espuma, aún no se declaraba socialista y eso le habría cupo y aceptación en clases que posteriormente le combatirían; los medios lo aceptaban con regularidad y pregonaban sus hechos, sus discursos y sus bromas amenizaban los diarios y radio noticias, yo apenas tendría unos 8 o 9 años.
Todavía no sucedían las protestas de 2002, nadie oponía al comandante, sólo Madriz en las calles del cementerio advertía el peligro de ese liderazgo, solo Madriz se atrevía a enfrentar a sus seguidores, sólo Madriz gritaba hasta tarde casi en la noche, por la puerta de la casa de mis abuelos “Viva Acción Democrática Subero”.
La abuela: “ahí está el loco ese” “no descansa” “A ti no te da pena Subero, tú que le sigues la corriente”.
Pasó el tiempo, Chávez no fue tan cómodo para algunos sectores de poder nacional; se descubrieron intenciones que había tenido soterradas, se convulsionó el país y los poderes más conservadores se prestaron para sacarlo, ya eran los años de 2002 en adelante, me interesaba yo más por la política, viví los estragos que el paro petrolero hizo en el país, era un niño y Madriz, feliz seguía, gritando que Chávez caería.
Gritar a favor de Acción Democrática en ese tiempo, era tanto como corear a Pérez Jiménez en los días de enero y febrero del 58”; el partido había caído en las ruinas materiales y espirituales, el poder económico, y los medios de comunicación que habían apoyado a Chávez más los militares habían contribuido en ello, el ánimo era generalizado, a un adeco por esos años ni se le ocurría mencionar su condición.
Chávez con la ayuda de medios privados, había logrado lo que parecía imposible; desacreditar al partido que a mal del grado de muchos hizo a Venezuela un país más equitativo y popular, un país más soberano; y los que antes habían participado en las romerías (festivales del partido dónde se compartían cual verbenas comidas, concursos y se donaban fondos a la organización) y se llenaban la boca gritando que eran Adecos ahora por esos tiempos o se declaraban chavistas o simplemente ocultaban sus “vergonzosos” orígenes.
La diáspora del partido fue abismal y sin precedentes.
Ese era el mérito de Madriz: contravenir un sentimiento generalizado de la sociedad, ir contracorriente, perseverar en lo que él creía, so pena de recibir insultos y amenazas; Madriz con su ejemplo me enseñó que la constancia y la palabra son los valores más honrosos de una persona y que lo material no falta si uno se entrega con sinceridad a las causas que devota; con él aprendí que la política es calle y servicio, es contacto con la gente y constancia.
La populosa parroquia Santa Rosalía en Caracas, había sido un bastión inexpugnable de AD, sus jefaturas civiles siempre fueron del partido, sus juntas parroquiales, los centros de votación llevaban siempre una avalancha de votos blancos que ratificaban el talante acción-democratista de la parroquia y de pronto cuando llegó el gobierno de Chávez se convirtió automáticamente en una parroquia netamente Chavista, penetrar siquiera alguna autoridad civil bajo el nombre de AD era imposible, convocar una reunión con un quórum aceptable bajo el nombre del partido era imposible, AD se reducía a Madriz.
Mi incorporación al partido…
Pasó el tiempo, yo cumplí quince años y sucedió la muerte del abuelo, con noventa años nos dejó a todos; la casa estuvo abierta con mi abuela vestida de negro, recibiendo con café todas las visitas de condolencias y consuelos.
Fueron amigos ancianos de mi abuelo, gentes de la iglesia cercana, vecinos y de último, cuando no se creía que recibiríamos más visitas, llegó Madriz, mejor vestido que de costumbre, se le recibió con las mismas atenciones que a sus precedentes, la misma taza de café, la misma disposición de mi abuela por escucharlo, pero conmigo al lado de ella.
Madriz contó varias cosas ese día que mi muy mala memoria ya ha olvidado, pero entre ellas sugirió que el Dart de mi abuelo había servido para trasladar en la clandestinidad a Rómulo pero no apuntó bien el periodo exacto, además que el abuelo había sido clave en varias movilizaciones de la operación galope y que había trabajado de encubierto en algunos mítines de Betancourt para garantizar su seguridad.
De inmediato al siguiente día me dispuse a ver quién realmente era el fulano Betancourt que siempre escuchaba, y descubrí lo plausible y loable de lo que Madriz había contado ese día.
Cada vez más me interesaba la política y Madriz al parecer lo había notado desde hacía tiempo; le confesé a mi abuela que ya no quería ser médico, que quería ser Político a lo cual mi abuela me regañó y me dijo que nada de eso, que me olvidara de esos cuentos, que viera, que observara bien como terminan los políticos sugiriendo a Madriz y mi Abuelo como ejemplo, que eso “no traía nada bueno”.
La prohibición, mezclada con mi edad de entonces, hicieron que no me resistiese a ir después de varios días a la casa de partido; ese día al llegar de clases, me fui directo con el uniforme, le dije a mi abuela que tenía que comprar algún material que me habían pedido en el colegio, y acudí a dónde comenzó todo…
Con miedo, con esa sensación de que estaba haciendo algo incorrecto, con ganas, con dudas, preguntándome ¿Qué rayos haces yendo para allá? Con toda la presión social que me sugería que eso de la política no era para alguien de mi edad, fui, toqué la puerta y me abrió Madriz.
Recuerdo como si lo estuviese viviendo, que la voz me tembló para decirle:
-Madriz quiero inscribirme en el partido.
A lo cual me respondió con absoluta satisfacción y disimulada alegría:
-Haces bien hijo, ya te busco una planilla y te hago un carnet.
Ese episodio que en aquel momento creí verdadero, hoy varios años después me doy cuenta que fue un noble montaje del viejo Madriz para mantener mi ilusión viva y ganarme para la causa partidista, una jugada muy hábil de su parte.
En seguida me dijo:
-Ya vengo
Y trajo consigo una planilla amarilla y a punto de deshacerse, que venía con un talonario debajo para arrancar, siempre recuerdo que me repitió varias veces, con el mismo gesto de nobleza teatral:
-Recuerda bien llenarla con bolígrafo negro y mucho cuidado, sin enmendaduras; llévatela a tu casa y me la traes mañana y hablamos mejor de lo que debes hacer a partir de ahora.
Pues así comenzó mi primera incursión en el sistema político venezolano.
Me llevé la planilla, mientras iba por la calle me pregunté ¿Por qué no harán planillas nuevas? Y entre mi preocupación porque se terminara de deshacer cual documento del siglo XIX y llenarla con cuidado para “inscribirme” en el partido, apresuré el paso a casa de mis abuelos.
Llegué y guardé la planilla con celo, al rato después de almorzar me dispuse en la mesa del comedor dónde siempre hacía mis tareas a llenarla, le hacía preguntas extrañas a mi abuela ¿Cuál es el código postal de aquí abuela? ¿Qué significa dd/mm/aa? Y así seguía hasta que al final la completé, no sabía qué hacer con el talonario de abajo y lo llené pero lo dejé pegado.
Al día siguiente sin que mi abuela ni nadie supiese nada, me salí más temprano que de costumbre del colegio y fui a llevarle la planilla a Madriz.
Actuó con absoluta naturalidad, me dijo pasemos para explicarte ahora lo que debemos hacer.
Me dijo:
-El talonario es tuyo, déjame firmarlo por detrás para que tenga validez, guárdalo que eso es lo único que te va a permitir entrar a las reuniones e identificarte en la seccional y la nacional. (Cabe acotar que aún yo no entendía esos términos).
Me explicó, que vendría pronto en el partido una reestructuración, y que yo debía estar preparado para competir en unas elecciones por el cargo de “Secretario Juvenil de la Parroquia Santa Rosalía”, me explicó que partiendo de allí podría ir ascendiendo hasta llegar a ser el secretario general de la parroquia y con el tiempo optar por una concejalía o algún cargo parroquial.
Lo cierto es que todo fue un noble montaje para que me animase a pertenecer a las filas de Acción Democrática a las cuales pertenecí cuatros años sin interrupción alguna.
La reestructuración y el re-censo del partido aún lo estoy esperando.
Madriz, me regaló unos estatutos que en apariencia de verdad se asemeja al acta que firmaron nuestros padres fundadores de la república, una edición que le quedaba de 1971 y que aún conservo, me dijo que lo leyera y que la próxima semana tendríamos nuestra primera “caminata”.
Su currículum era muy interesante, unas cuantas prisiones con Pérez Jiménez, unas cuantas torturas en Guasina, unas cuantas degustaciones de comida ante el temor de Rómulo por creer estaban envenenadas coronaban las especializaciones de su hoja de vida.
De sus relatos aprendí y a veces sentí “El Rin” “La Panela” entre otras torturas ingeniosas de la antigua seguridad nacional; me confesaba con jocosidad los fraudes electorales que cometió, me dijo un día que el centro electoral de Telares Los Andes lo estaban ganando los comunistas por primera vez en el 63” y recibió órdenes expresas de desaparecer esas urnas electorales a como diera lugar, y se preparó con un revólver calibre 38” a hacer lo propio: dos tiros al aire, un “Viva Acción Democrática” le bastaron para agarrar las urnas entre empujones con su corpulencia y huir hasta desaparecerlas en alguna altura del Guaire que no me especificó.
Con los días, sonó el teléfono de la casa de los abuelos; un hombre de voz grave preguntaba por mí, sería ésta la primera de muchas llamadas, era Madriz:
-Hijo, cuando puedas pasas por la Casa de Partido, hay varias cosas de que hablar.
-Claro, en cuanto pueda voy, asentí.
Con el debido permiso me enfilé con la misma emoción del primer día, me sentía solicitado, esa llamada de verdad me hizo sentir que mis servicios o mi presencia eran necesarios en una gran empresa y eso, siendo tan joven, me agradó.
Llegué, y Madriz estaba sólo sentado, me empezó a hablar de una posible reestructuración y recenso del partido, de la necesidad de que me preparase para ella en unas posibles elecciones juveniles, además me dijo que en un par de semanas habría un acto del partido en Guatire en la que había sido la casa natal de Rómulo Betancourt, me dijo que era importante que fuera para que empezara a conocer los orígenes de la organización y la importancia de su fundador, me prometió y lo recuerdo claramente que de ser posible me acompañaría.
Me explicó que yo debía aspirar al cargo de secretario juvenil de la parroquia y que debía para ello armar un buró de cinco jóvenes porque así lo disponían los reglamentos, me dijo que el buró era como un equipo que me acompañaría en actividades y reuniones que yo propusiese.
Además me dijo que con el tiempo y si lo hacía bien podía aspirar a la secretaría juvenil de Caracas, cuya sede quedaba en el paraíso y a la cual debía a juro según él de asistir y presentarme ante un señor llamado Guillermo Miguelena como el "próximo" secretario juvenil de la parroquia.
El señor era y a la sazón de lo escrito aún es, el secretario general del partido en la seccional Caracas, y con el tiempo hasta nos hicimos amigos.
El partido en la parroquia era un real desastre, como ya he dicho el partido era Madriz; y sus limitaciones económicas y físicas había puesto a AD en calidad de partido imaginario que sólo habitaba en la cabeza de José Rafael y se materializaba en sus gritos y recuerdos memorables.
Los primeros pasos.
El reto, se presentaba para mí en varias fases, o al menos ahora lo veo así; primero hacer habitable la casa de partido, segundo habitarla, tercero animar a la gente a participar y cuarto ganar las elecciones internas como secretario juvenil.
El segundo semestre de 2007, Madriz empezó con ánimos renovados a decirle a todo el mundo que yo, "el carajito" formaba parte del partido, recuerdo ahora con mucho sentimiento como se sentía él orgulloso de tener un joven, tan joven además, siguiéndolo ahora en sus caminatas, me dijo que antes de empezar, antes de ir a la sede de caracas, antes que nada debía conocer a la gente, porque ellos eran la política, me repetía hasta al cansancio que la política verdadera estaba en las calles, en las avenidas, en el contacto directo, lo recuerdo, lo recuerdo claro y a pesar de que la ciencia sugiere que la memoria auditiva es la primera en perderse, recuerdo el tono de su voz diciéndomelo, me decía además que debía conocer quienes podían ayudarme y quienes no, quienes eran los compañeros y quienes podían serlo, me repetía que me grabara el nombre de la gente y de las calles, que así llevaría ventaja frente a cualquier candidato que quisiera competir en mi contra.
Sin saberlo, el condenado, me enseñaba como librar una campaña, sin saberlo me estaba candidateando para unas próximas elecciones que él estaba seguro iban a darse, así conocí la parroquia a profundidad, hasta ahora y después de tantos años me doy cuenta que acaté la orden de grabar en mi mente los nombres de la gente, recuerdo a Aura Córdoba anciana dueña de una ferretería en la Av. Principal, verdadera dueña de la casa de partido que según su testimonio donó sin arrepentimientos al partido dicha casa, recuerdo a tantos compañeros, a Juan Rodríguez, a Carlos Viloria, recuerdo a la señora Ana que vivía en una casa dentro del Ambulatorio Conde Flores cercano a la Gran Colombia, recuerdo a Mario Córdova, a Jesús Ramírez, a Rossana Carmona, a la familia Abad, recuerdo a José el de la tintorería, recuerdo al Sr. Camacho, a Nayer, a Elmo Malavé, a José Hernández, a tantos compañeros que participaron en la recuperación de esa sede y con los que tuve el honor de compartir.
Las caminatas duraban horas, debo confesar que yo me cansaba antes que Madriz, hicimos varias, siempre presentándome a gente y diciéndoles que yo era el futuro, que yo me haría cargo del partido en la parroquia, que me conocieran.
-Carlos Subero, me voy yo, queda él; ayúdenlo cuando lo necesite, ya saben.
Mucha gente nos abría las puertas, nos invitaban a tomar algo y algunas charlas se extendían, esas caminatas podían extenderse hasta altas horas de la tarde, Madriz casi me obligaba a aceptar con la mirada todo lo que me ofreciesen, desde café hasta guarapos, desde tortas hasta arroces dulces con leche o coco.
Al cabo de varias semanas y varias caminatas, ya no era ajeno a la gente, ya no era ajeno a la parroquia y sin haberlo advertido ya estaba legitimado y apadrinado para aspirar en mi primera elección.
Pasaron los meses, desempolvé una vieja cartelera dentro de la casa, con mis muy limitadas capacidades artísticas logré armarla con pega, unas cuantas impresiones y papel bond, puse una copia del acta fundacional del partido, una foto de Rómulo, una de CAP, el símbolo por supuesto y la letra del himno "Adelante a luchar milicianos, a la voz de la revolución..." Eso fue lo primero que hice.
La reestructuración en el partido era ya una realidad, el olfato de Madriz no se equivocaba, las elecciones que se avecinaron de alcaldes y gobernadores de 2008 fueron una suerte de movimiento telúrico que sacudieron del adormecimiento a las organizaciones políticas nuevas y tradicionales.
A pesar de que en AD no se hizo ninguna reestructuración formal, si empezó un agresivo plan electorero, de creación de un nuevo padrón electoral, de una nueva red de testigos y veedores y de una reactivación de la maquinaria oxidada y obsoleta hasta el momento, que se creía inservible, el monstro del MAELECAD.
Por suerte esa ola que se levantó en ese mar llano, pacifico y silente en el que se había convertido el partido, nos agarró preparados a Madriz y a mí, y en los primeros meses de 2008 empezó lo que se creía imposible, una reestructuración sui generis, independiente e interna dentro de la parroquia, llamábamos a los compañeros y ellos, al menos algunos, atendían el llamado a las reuniones.
En las primeras reuniones recuerdo había un quorum de unas 8 a 12 personas, lo cual como ya han advertido, era un éxito más que rotundo para nuestra inolvidable casa de partido, pautamos una regularidad para esas reuniones, los miércoles a partir de las 6pm.
La inseguridad a pesar de su latencia no llegaba todavía a los niveles de paramilitarismo que hoy vivimos, así que podíamos darnos ese lujo de pautar ahí en Los Cármenes esa hora para que nadie tuviese excusas por el trabajo u otras ocupaciones.
La regularidad surtió efecto, la gente abrió dentro de sus personales agendas un espacio para la vieja casa de partido, Madriz con su experiencia me instó a que hiciese un registro de asistencia, además de un registro permanente, todo a mano registré nombres, cédulas, direcciones y números telefónicos.
Empezamos desde mi celular, a mensajear convocatorias a las reuniones, las cuales se fueron haciendo extensivas, los asistentes los replicaban y así el radio se ampliaba, aunque Madriz no creía en la efectividad de los medios para él modernos, las reuniones en semanas se ampliaron hasta los 20 y 25 compañeros.
Los vecinos veían aquello con extrañeza, una casa que estuvo a punto de convertirse en la posible guarida de un "vagabundo" ahora era una casa de partido de verdad, concurrida y que representaba un centro de asociación vecinal como en sus mejores tiempos.
Habían cosas que dificultaban la ampliación de la asistencia, sobre todo de índole estético y funcional, el frente lucía terrible, desconchado y derruido, la luz que alumbraba las reuniones era un bombillo en medio del corredor central guindando de un cable que un compañero pudo torcer a través de la casa robando del poste la energía; las reuniones al igual que los juegos de beisbol debían suspenderse por lluvia, las goteras no eran tales, por ellas bajaban cascadas bajo las cuales cualquiera podía darse un copioso baño.
Esas eran las cosas más urgentes, puesto que el mobiliario de oficina había sobrevivido los embates del tiempo, con cicatrices aún quedaban escritorios, sillas, carteleras, cuadros, incluso una engrapadora antiquísima con una reserva de grapas corrugadas.
Aunque Madriz no me dijo ni me pidió nada, yo advertí que hacía falta retocar esos detalles para que una nueva estética pudiera dar paso a una nueva ética de trabajo, servicio y compromiso. Lo pensé aunque no en estos términos.
Y como había ánimo e inspiración, ideé un plan; la casa de mis abuelos con los años por su extensión se convirtió en el vertedero de cachivaches de mis padres y tíos, cada vez que algo no cabía en sus apartamentos pero tenía algo de valor, lo llevaban al patio trasero para que vegetaran allí, así había desde petróleo, sí solidificado, hasta unas lámparas rojas de Kerosén Coleman, había de todo.
Mi tío quién fue jefe civil de la parroquia, amigo de Madriz y secretario político de la parroquia, había dejado la carrera política para dedicarse a los negocios de la construcción, en los cuales le fue bien. Había dejado en casa de mi abuela, rollos y rollos de cable, de mantos asfálticos, de herramientas, repuestos de sus maquinarias, cauchos inclusive; le dije a Madriz si tenía a alguien que me acompañase a buscar a algunas cosas en la casa de mi abuela para llevar a la casa de partido y dispuso de Leo, un hombre servicial que me acompañó.
Entre Leo, su carretilla y yo, cargamos los rollos de cable, los mantos asfalticos y algunos cuñetes de pintura, sin el consentimiento ni el conocimiento de nadie en la casa de mis abuelos, encontré la oportunidad de sustraer todo aquello por una buena causa.
El mismo Leo se encargó de hacer la magia: lijó, remendó y pintó el frente, tendió el cableado nuevo para alumbrar por completo la casa en sus antiguas instalaciones, con sus antiguas lámparas, puso unos cuantos mantos en el techo y botamos en una jornada de colaboración vecinal cachivaches viejos limpiando a fondo todo.
Ya todo estaba listo para hacer política, ya todos los medios estaban dispuestos, entonces no quedó más sino acometer la empresa titánica de reestructurar, remoralizar, revitalizar y reconstruir el partido, allí en nuestra noble parcela.
¡Hasta que lo logramos!
Sin darnos cuenta todo el comité ejecutivo parroquial se reestructuró, casi todos los cargos se llenaron sin necesidad de realizar elecciones; pero resultó que después de todo el esfuerzo que empeñé, Elmo Malavé antiguo secretario general de esa parroquia quiso promover a su hijo para el puesto al cual yo aspiraba, resulta entonces, que Madriz me dijo: tendrás que contarte.
De repente en la convocatoria de la reunión semanal, se les dijo a la gente que esta era especial, porque se llevarían a cabo unas elecciones cerradas para decidir quién quedaba con el cargo de Secretario Juvenil, si el hijo de Elmo Malavé o yo; resulta que asistieron unas 40 personas, algo impresionante cuando veníamos de 25 a 30; allí se explicó la situación, por parte de mi adversario su padre realizó una apología y por mi parte Madriz realizó otra, con manos alzadas al estilo más clásico, 28 personas me promovieron a mí al cargo y mi contrincante paso a formar parte de mi buró, varias cosas hicimos juntos, con el tiempo formamos un buen equipo.
Todo ya estaba dispuesto, sin darnos cuenta esa estructura leninista de organización que representa AD, estaba acerada y blindada; cada secretaría se dispuso a completar su buró; en semanas a mediados de 2008, éramos la parroquia mejor organizada de Caracas y cuidado sino de todo el país; para cuando recibimos a Antonio Ledezma en su campaña para Alcalde Mayor ya pasábamos los 100 compañeros, recuerdo esa noche, llovió y Ledezma dijo después de una presentación que como secretario juvenil le hice “que se sentía satisfecho de tanta asistencia, que jamás se imaginó que esa casa volvería a renacer”.
Según cifras del CNE, después del 99 la parroquia había aportado en todas las elecciones siguientes entre 400 y 1900 votos, para cuando nosotros nos dispusimos con el trabajo que describo, aumentamos esa cifra y para el año 2008, la tarjeta de AD sacó 3980 votos; cifra significativa si se tomaba en cuenta que el partido después de la hecatombe, no gastó en publicidad ni un solo bolívar, ni televisiva, ni por prensa ni de ningún tipo.
Aquello fue un aliciente para todos nosotros, ver en cifras como se traducía nuestro humilde y artesanal trabajo no tenía nombre; sin embargo, ese ritmo decaería después de elegido el candidato por el cual dimos todo. Antonio Ledezma en quién depositamos todo nuestro trabajo de base, nos dio una patada para ser gráficos y explícitos después de ascendido a su cargo.
¡El vampiro y sus cosas!
Con tan corta edad me tocó enfrentar una de las situaciones más desagradables de mi vida; con 16 años tuve que soportar insultos y agravios de gentes que creían que yo era uno de los autores de una estafa que se suscitó en la casa de partido.
Lo cierto de la candidatura de Ledezma es que no arrastraba ni los pies, estaba más solo que la una; su partido de cuadros ABP no era capaz para el momento y creo que tampoco ahora, de reunir a más de 5 personas en su nombre; entonces con la inhabilitación de Leopoldo López y el pacto con AD para sustentar su candidatura fue que pude salir a flote como un “peor es nada”.
Yo no celebro la prisión que sufre en estos momentos, y las situaciones tan aciagas por las cuales atraviesa pero si advierto que son el resultado de sus malos procedimientos y de su displicencia para quienes lo llevaron a estar donde estuvo.
En su oficina en la torre EXA en el rosal, acudí varias a veces buscar material publicitario para su campaña, asistí de background a sus ruedas de prensa y serví de enlace para con la gente de las parroquias, la verdad para ese momento era poco por no decir nada lo que quería para mi, aun estaba lejos de cumplir la mayoría de edad y no ambicionaba más de lo que me daban mis generosos padres; lo que quería era que le respondiera a las gentes por las cuales yo daba la cara.
Su director que ahorita olvido el nombre y Richard Blanco, prometieron allá en mi parroquia becas, empleos y ayudantías; todo se lo llevó el viento, lo único que vi en los últimos años de su período eran unos tanques plásticos para tres ranchos que daban el frente del barrio de la cota y los sin techos. No tuvieron siquiera la decencia de organizar, al menos con las parroquias, un agasajo después de esa histórica victoria que la fabricaron los barrios, cuando ese día de noviembre 2008 nos quedamos colmando los centros electorales hasta que se contara el último voto y defendimos su candidatura a ultranza.
Mi viejo Madriz, me dijo que nunca creyó en él porque había hecho lo mismo en los 90´ cuando le había ganado a Aristóbulo, inclusive me contó mi viejo que cuando varios compañeros de partido fueron a reclamarle a la sede de la alcaldía en aquel momento por haberse desaparecido y no cumplir las demandas legitimas que le hacían, mandó sin temor alguno, perros bravos que mordieron a varios viejos guasineros y pensionados, para que se fueran de la alcaldía.
La mala experiencia que les comentaba, es que para cuando nos ofrecieron todo eso con cifras y nombres de instituciones y direcciones donde entrarían a trabajar los compañeros y a estudiar los otros becados, nosotros con la mayor sinceridad y entusiasmo nos pusimos a recoger currículos de las personas para irlos ubicando a medida que nos fueran llamando; resulta que nunca nos llamaron y el 0414… directo que yo tenía de la persona de Ledezma jamás volvió a estar activo; fueron, sin exagerar, cientos de currículos que quedaron fríos en la casa de partido y cientos de compañeros decepcionados por tal estafa, que creo fue premeditada.
Mi impotencia fue tal, que me desaparecí varias semanas, y el viejo Madriz respeto mi decisión, no fue sino hasta pasado un mes que me visitó y me alentó de nuevo con sus anécdotas y frases a retomar la lucha que veníamos dando; llegó así el momento de ingresar a la universidad y todos los compañeros, que aun quedaban, estaban ansiosos por saber dónde había quedado y que estudiaría.
Para sorpresa de muchos o pocos, dependiendo del número que me lea; apenas salí del colegio yo quedé entre los primeros 300 seleccionados para estudiar ingeniería en la UCV, de hecho cursé un semestre completo; dos cosas me hicieron cambiarme a la metropolitana: una novia y las matemáticas tan ahincadas que se dictan en el ciclo básico de ingeniería de la universidad central de Venezuela.
Todos esos compañeros que llevábamos dos años compartiendo y trabajando juntos, se sintieron orgullosos y compartían conmigo la misma cuota de felicidad cuando me vi seleccionado en esa oportunidad; entre todos me organizaron un sancocho para celebrarlo allí en la casa de partido y Madriz con el orgullo guardó el recorte de prensa dónde aparecía mi CI y la palabra “admitido”, ya no gritaba sino que “el carajito va a ser ingeniero de la central”.
Varias alegrías le di a Madriz en vida, varias intervenciones mías en mítines en las barriadas, una aparición en globovisión en la cual denuncié y amenacé a Chávez y que Madriz vio cual mundial de futbol pegado a la TV gritando, varias fueron las satisfacciones que pude retribuirle.
A este punto, aunque no lo demostraba, la salud de Madriz ya estaba bastante resentida, con setenta y tantos, ya no quería caminar como antes y sus pies se hinchaban a un punto en el no podía ponerse ningún tipo de calzado; lo ayudé hasta donde pude con sus medicamentos y con dinero para sus consultas; tenía diabetes y pocas probabilidades de alimentarse y tratarse como debía con esa condición.
Hice todo por conseguirle una pensión por la alcaldía para que pudiera sufragar sus gastos y al final después de tanto insistir le salió; no valió la pena ese esfuerzo, no es por idealizarlo, pero de verdad, cuando cobraba el mismo día lo regalaba a gentes que él consideraba estaban en peor situación, y lo hacía en nombre del partido, no a título personal, a este punto se me hace un nudo en la garganta cuando lo recuerdo.
Voy a contarles una anécdota que capaz algunos no me crean, pero que fue tan cierta y varios vecinos de la zona deben recordarla; yo estaba en el escritorio una tarde a eso de las 2pm pasando unas listas para un padrón electoral que nos solicitaban; cuando de pronto escuché en la calle junto a la puerta, una gritería, cuando salgo eran como 30 personas cargando bombonas de GAS de un camión y Madriz gritando ¡Viva El Pueblo! ¡Viva AD! ¡Bombonas! ¡Agarren una! Sin entender nada increpo a Madriz y le pregunto ¿Qué era aquello? A lo que me responde “tranquilo papá, al pueblo hay que darle de ves en cuando, son gente pobre, que aprovechen” su respuesta no me aclaraba nada. Resulta y yo se que algunos creerán que mi viejo le faltaba un tornillo, a lo mejor sí, y a mí también; resulta que el chofer del mencionado camión le confió la custodia del mismo a Madriz mientras el iba a almorzar a dos cuadras, y el viejo lo abrió y empezó entonces a repartir bombonas. Podrán ya imaginarse el estado de histeria y desespero del chofer cuando llegó y encontró aquel finado festín con las bombonas a su resguardo.
Varios intentos de golpes hubo pero la poblada defendió a Madriz, y yo apenado trataba de ocultarme de aquel incidente; el hombre se fue después de tantos insultos consternado porque aseguraba que debía él pagar aquello de su peculio; Madriz me dijo que eso lo pagaba la empresa y hasta el sol de hoy no se que habrá pasado pero José rafael y sus vecinos quedaron felices para siempre.
Pasado el tiempo seguíamos e íbamos por más, éramos una parroquia temida dentro del partido en toda Caracas y nuestro ejemplo surtió efecto en otras parroquias que trataron de emular lo que veníamos haciendo; varias juntas vecinales a cielo abierto hicimos donde fui el orador; fundamos lo que parecía imposible por aquellos años, varios comités locales (comités directivos encargados de un solo sector reducido y que contiene los mismos representantes que la dirección estadal y nacional).
El ocaso de tan bonita cruzada de 4 años, jamás la olvidaré.
Así como despertamos ese sentimiento partidista y activista, también despertamos ahora que lo veo, celos y envidias; desde hacía mucho tiempo en el partido no se usaba la figura de los “comisionados” y con nosotros empezó a usarse; en una reunión parroquial en horas de la noche, llegaron tres sujetos trajeados con trajes valga la redundancia un tanto demodés presentándose como comisionados del Comité Ejecutivo Seccional; Madriz en otros años había visto la jugada y en pleno la identificó; les advirtió que a la parroquia “no entrarían a joder” y que la próxima vez “se presentaran con más respeto y se sentaran igual que los compañeros” que nos encontrábamos ahí a lo cual Manuel García, Lixiro Solarte y Edgardo Requena respondieron con una bravuconada y se fueron.
Al secretario general de Caracas, a la sazón, el mismo; le incomodaba nuestro auge y más aún cuando siempre en la directiva criticábamos las malas gestiones dentro del partido, más cuando siempre andábamos citando los estatutos, más cuando nos las pasábamos en los barrios y no en las oficinas, más cuando el viejo Madriz los “carajeaba” a todos con su autoridad moral, espiritual y material, más cuando empezamos a pedir elecciones dentro de la organización.
Empezaron los ataques, los comisionados se autodenominaron secretarios general y de organización encargados; Elmo impotente trató de denunciar aquello en un secretariado ampliado en el CES y su voz fue acallada por los cómplices de aquella componenda; yo sobreviví porque no iba a ser bien visto que un muchacho de 18 años al cual todos le reconocían sus logros fuese removido sin más; pero ya nada fue igual que antes, los sujetos que llegaron acabaron el ritmo de trabajo que veníamos implementando imponiendo reglas y con actitudes etílicas que denigraban de sus condiciones y de la paz que había reinado en la casa de partido; Madriz con su salud ya muy deteriorada era poco lo que podía hacer para impedir aquello, más allá de algunas frases sentenciosas y algunas amenazas no podía asistir a los CES ampliados ni muchos menos al CEN porque se le hacía imposible trasladarse, sólo yo y algunos compañeros podíamos hacer frente a aquello.
Ya mis fuerzas mellaban porque no recibía la recompensa que esperaba después de tanto trabajo y entrega; ya Madriz no estaba cual acicate todos los días encima de mí para que hiciera esto o aquello y me dejé llevar por la desorientación y la inexperiencia, ya olía mi retirada de la organización pero no iba a hacerlo por debajo, debía retirarme con estilo y así lo hice.
Organizamos varios jóvenes y viejos de la parroquia y de Caracas, una especie de cruzada dentro del partido le llamamos “Movimiento Betancourista” se lo comenté a Madriz y me dijo que estaba muy bien, sus postulados: promover elecciones dentro de AD y su finalidad más próxima llevarme a la secretaría juvenil de Caracas; el movimiento murió antes de tomar la primera acción; el ruido que causó el nombre dispuso a todos los afectados a acabar con los involucrados en la cruzada estatutaria y legitima dentro de la organización.
Todo, todo empezó a derrumbarse, además mis ánimos universitarios se juntaron con la bonanza petrolera del momento, que puso al dólar en calidad de ganga; mi madre que había estudiado en la universidad de Kansas City, beneficiada por la beca Gran Mariscal Ayacucho entendió la importancia de los estudios en el exterior; así fue como me fui a hacer un curso de verano en la universidad complutense de Madrid, el cual se extendía hasta casi 3 meses, más un mes que me quedaría disfrutando de aquella metrópolis de la cual no he podido olvidarme.
Ese viaje me puso en un estado de ansiedad terrible recuerdo; además de separarme de mi hogar unos 4 meses, me preocupaba por estado de salud de mi viejo y el funcionamiento de la casa de partido; aquello fui preparándolo; les comunique a varios compañeros que me iría por unos meses y les solicité que cuidarán de Madriz, al viejo le prometí llamarlo desde allá y el entusiasmado me decía que le trajera un “jamón serrano” le prometí la pierna completa.
Demasiadas cosas vivimos juntos, hasta disparé una escopeta en el patio de la casa de partido, suya y que prometió dármela cuando muriera; vivimos un susto cuando el techo casi se nos cae encima, me enseñó tantas cosas, sus frases, su ánimo, su fe en mi, sus esperanzas, su amor por el partido, todo, todo lo que me enseñó lo recuerdo con sumo sentimiento, todo en 4 meses se desvaneció, sus groserías a los chavistas, sus famosas mentadas de madre, su arrogancia, los golpes que les dio frente a mí a unos “agitadores”, los helados que nos robamos de un cyber cercano, su pecho inflado al nombrarme, sus insultos a los viejos ñangaras que aun quedaban en la parroquia, sus regaños hacia mi.
Cuando llegue de mi viaje, habían vendido la casa y la habían tumbado para construir allí un horrible edificio de tres pisos lleno de colombianos, Madriz había muerto en el clínico en las peores condiciones, enterrado en un lugar que aun no he descubierto, anónimo sin honores, sin mi durante su sepelio, mi viejo y su casa desaparecieron en un santiamén, toda la fe que depositó en mi y todos los compromisos que les hice, hoy he tratado de honrarlos, hoy en la famosa avenida La Pica del Cementerio figura una gran pared con su rostro, con sus fechas de nacimiento y deceso, apenas pude levantar esa obra de arte justa y popular hace unos meses, más de 4 años después de su muerte; ahí me han contado recientemente vecinos, que le están poniendo ofrendas florales y regalitos al viejo, ahí se hizo inmortal, gracias José Rafael Madriz, ¡gracias mi viejo! Fue el único homenaje que he podido hacerte, este escrito y tu mural, ¡allá en tu barrio! Gracias.
En esta nueva etapa después de varios años, he impulsado varios proyectos, y entre uno de ellos se cuenta “Somos Caracas” la fundación de ese movimiento se hizo precisamente frente a ese mural del viejo, y las palabras de compromiso que allí se sellaron, nos hizo asumir esta nueva empresa con el mismo espíritu de entrega y devoción con que Madriz ejerció en vida su actividad política, calle y más calle, hombro a hombro es nuestro lema.
El partido nunca le hizo ningún un homenaje, ni en vida ni póstumo. El partido como organización perdió la sensibilidad por sus líderes populares, en otro artículo hablaré de esas deudas.
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