Hablemos
de Cultura.
Carlos Subero “No es sino la proposición de una nueva
cultura y el análisis del estado actual de ésta, en Venezuela”
¿Qué es
cultura y qué debería de ser?
En Venezuela se vive una cultura fallida, que
no se realiza, que no cumple sus propósitos, por decir lo menos, hoy, vivimos
como animales; nada de nosotros como sociedad trasciende.
Las personas más entusiastas de la revolución
en curso, apuntan que ésta se propuso una revolución cultural, al menos en su
primera fase; y van más allá, afirman con pasmosa seguridad que ya se dio.
A grandes rasgos y de entrada, la cultura es
todo constructo del ser humano que trasciende su propia humanidad, es el
esfuerzo por diferenciarnos de los gusanos o del mono, es una osadía, una falta
de respeto que distingue a nuestra especie de las que se hayan dominadas por
nosotros.
Entonces la cultura en su condición de
trascendente, infinita y empeñada en hacerse recordar, debería ser bonita, amena, agradable o al menos digna de
ser evocada o emulada; todo lo que se ha perpetuado a través del curso de la
humanidad y ha sido celebrado con regularidad ha cumplido con estos requisitos;
en Venezuela es grato hacer el nacimiento, y colocarle en las manos de algún
curioso de Belén una cesta de arepas, o colocar a algún ángel bien negrito; es grato empujar el carro de algún desconocido
que se ha quedado accidentado, y pujar inclusive más que el propio dueño del
vehículo; es grato recibir a alguien en horas de almuerzo y brindarle so pena
de reducir las porciones propias.
En
Venezuela, hasta ahora ¿Qué se ha entendido por Cultura?
En nuestro país y me atrevería a decir en
Latinoamérica hay varios malentendidos de cultura: en los niveles intermedios-bajos
del conocimiento, cultura se confunde con tradición, y por eso es que en mi
infancia de ese caldo se me dio dos tazas; me conozco los repertorios del Chiriguare,
del Pregonero, El Carite, el Tamunangue, Zaragoza, la Parranda de San Juan y
San Pedro respectivamente y no sé cuantos actos “culturales” más.
Durante la segunda mitad del siglo XX en
Venezuela, el concepto de cultura comenzó a bien entenderse pero rápidamente se
pervirtió hasta llegar a su estado más vulnerable; entonces fue cuando
entendimos o mejor dicho malentendimos la cultura como el tránsito racional y
metódico hacia el culto de occidente, mientras más adorásemos y admiráramos a
Europa y su derivado norteamericano más cultos éramos, mientras más limásemos
las asperezas de la indeseada criollez más cultos éramos, mientras menos nos
pareciéramos a los procederes y saberes de nuestros refraneros y populachos
padres más cultos éramos, en este sentido si aprendíamos el inglés y lo
pronunciábamos mejor que sus nativos parlantes nos ganábamos al menos dos
niveles en la gradación cultural de nuestro infantil pueblo, ni hablar de quién
hablase italiano o francés, ese podía bien equipararse con Platón.
Entonces en este sentido, lo poco que se
asomaba de nuestro, en esta época, podía llegar a ser considerado “cultura” si
era bautizado en New York o en Suiza, o en alguna reconocida metrópoli, Simón
Díaz empezó a ser Simón Díaz cuando lo bautizaron aquí y allá; porque antes de
eso, no era más que un gritón alpargatudo. Quien no tenía esa dicha entonces vivía
al margen de la cultura, de esa malentendida pero aceptada y generalizada.
Ese grave malentendido nos hizo perdernos en
el camino, nos hizo perder el rumbo y con él nuestra identidad, entonces ahí
fuimos más que vulnerables y susceptibles a cualquier obra social con
pretensiones más o menos reivindicadoras de lo nuestro venezolano.
A mal del grado de los defensores
catedráticos e ideológicos de esta revolución vigente debo advertirles que han
hecho lo mismo que sus próximos pasados, han malentendido la cultura, entonces
dentro de ese ánimo desmedido de revanchismo y desasosiego han tratado de
disfrazar a Venezuela en un mal entendimiento de la cultura; si aquellos
trataron de blanquear a nuestro país con el positivismo, con el liberalismo, éstos
están tratando de negrearlo con un énfasis sin fundamento en lo africano y sus castas
derivadas.
La cultura oficial ha promovido en Venezuela el
desborde de las pasiones y están creando un nuevo modelo de “virtud”
arquetípico del venezolano donde toma ventaja quién sea maleducado, déspota,
echón; es decir, ahora para ser venezolano hay que relajar el lenguaje, la
vestimenta, las relaciones, hay que ser vulgar e insoportablemente ordinario; ser
venezolano ahora para los revolucionarios rojos es ser plebeyo e inculto.
El político de uno y otro bando ahora se
viste con arapos si desea ganar el favor de una porción considerable de los
electores que desea captar, la cultura ahora es bailar tambor o salsa con
esmero y sudor, es tejer unas hamacas mal hechas o hacer unos dulcitos
desabridos de coco o guayaba, es adentrarse a las profundidades del peligroso Barlovento
a bautizar una chocolatera comunal dónde las matriarcas con pañuelos en la
cabeza lo que hacen es chismear más que trabajar. Y los que nos resistimos a
ello o somos ridiculizados o somos execrados del reparto de los recursos
monopolizados.
Citando a Arjona (1995) ser moreno y chaparrito ahora es el look más cotizado, y eso es un
error; si se quiere en un intento de radicalización cultural, reivindicar lo
originario venezolano: resuélvase entonces el drama que viven los goajiros o
yanomamis, bríndensele seguridad, dénsele autonomía territorial y reservas de
tierras y recursos, presérvese y divúlguese sus lenguas y costumbres,
dispónganle un cordón profiláctico que
aleje las infecciones occidentales de sus ancestrales culturas.
Eso no se ha hecho, por el contrario se les
ha sometido a innumerables ofensas, maltratos, despojos, durante esta
revolución, equiparables con los que llevaron a cabo aquí los primeros
españoles bárbaros y sedientos de todo lo material deseable.
Es un desatino reivindicar en Venezuela la
negritud y hacerla un mínimo común étnico, no se necesita un doctorado para
entender que los negros fueron los últimos en llegar a estas tierras, y en
número si los comparamos con el sur de Norteamérica o con el reino del Brasil,
o con los virreinatos de México, santa fe o el río de la plata, aquí lo que
habían eran desechables estadísticos, cantidades nulas y reducidas, y eso hasta
hoy en día se ha mantenido así.
Este nuevo intento de fragmentación cultural
va a terminar tan vulnerable como el próximo pasado, prefiero apostar a la
tesis de Bolívar expresa en su providencial Carta de Jamaica dónde califica a
nuestros pueblos de nuevo género humano, y cómo nuevo entendamos joven y como
joven entendamos dúctil y maleable, susceptible.
Esta nueva imposición mal llamada “cultural”
está dando al traste con todas las instituciones (y por favor, entiéndase ésta
palabra en su sentido más amplio) que habían venido rigiendo el país a partir
de la verdadera revolución cultural del 45´ y eso no lo veo tan mal, lo que si
condeno de inmoral y peligroso es la generalización de las practicas innobles y
sin trascendencia que se están haciendo pasar por una nueva “cultura”. Es
decir, es condenable desde cualquier talanquera que mi lector se encuentre, que
nos estén metiendo gato por liebre.
Esto no es
cultura, es el aprovechamiento de su ausencia.
Por ejemplo, el cristianismo ha perdido
terreno en Venezuela, y lo ha perdido por culpa de la iglesia misma; cuando la
gente prefiere degollar a un cabrito o destripar a una gallina para verterse la
sangre en su faz y sentirse llena espiritualmente; es, porque ya Cristo,
clavado ahí en su cruz, pálido, con esos rasgos europeos, con sus cabellos
lacios ya no identifica a quién se ha alejado de él; es porque los salmos
responsoriales o la eucaristía ya es fastidiosa e inentendible, a Dios gracias
que se dejaron de dar las misas en latín porque en vez de cincuenta personas en
el recinto eclesiástico hubiese saldos negativos de asistencia; la iglesia
cristiana en Venezuela no está llenando las necesidades espirituales de un buen
número de Venezolanos y se está colando un culto que dista mucho de ser
religioso y que no tiene fines éticos ni trascendentes.
Lo que hay ahora no es la consecuencia de una
revolución cultural, es el aprovechamiento nefasto de la ausencia de cultura,
real, con capacidad transformadora donde el venezolano se identifique a sí
mismo y con sus pares; así se está hoy en Venezuela, confundiendo las malas
prácticas, los procedimientos innobles, antiéticos, los vicios, con una “nueva
cultura”.
La cultura debe implicar realización,
autónoma y colectiva, quién puede realizarse con este desmán moral que se ha
suscitado hoy en nuestro país.
Estas formas innobles de vida, promovidas por
los revolucionarios, va a terminar por arrojar a Venezuela a un limbo
identitario y con él a un desasosiego y desmotivación impar; yo soy venezolano
y no porque haya nacido aquí nada más, sino porque lo soy de verdad, no hay
nada criollo culinario que no despierte en mi un genuino deseo, desde la arepa
hasta la jalea de mango, desde el café guayoyo hasta el queso trenza con dulce,
y yo no me estoy sintiendo identificado con estas nuevas prácticas sociales que
no llegan al escalafón de cultura, de hecho cuando he tenido cerca a un
practicante de esta ausencia cultural me ha provocado agredirlo físicamente y
eso es grave porque si yo que siento he logrado un control elevado de mis
emociones tengo ese grado de intolerancia, imagínense el vulgo.
¿Qué cultura
debería promoverse en nuestro país?
La promoción de un nuevo estado, serio y
responsable, debe reivindicar y promover el mestizaje como el único género
humano posible en estas tierras, y debe cuidar y velar por las manifestaciones
trascendentes que emanen de él, debe crear el terreno dónde estas puedan vivir
públicamente y sin restricciones.
Citando a Gasset (1923) la sola perspectiva falsa es esa que pretende
ser única. La cultura no se impone, ni se fabrica; a lo máximo que puede
pretender un estado es crear las condiciones para que ella pueda realizarse,
hacerse acto y preservar lo que vaya quedando; conservar y divulgar sin
menoscabar otras culturas, lo más noble y notable de ella.
Pretender hoy en Venezuela instaurar una
cultura afro descendiente es un error histórico, dialéctico que puede tener
consecuencias perniciosas para la salud del cuerpo republicano. No tiene basamento ni sentido.
Tanto que se ha hablado de la independencia
por estos días, me parece que el intento de divinización, lo que ha hecho es
impedir una exacta comprensión de ese, nuestro proceso histórico, más ilustre y
reciente; Repasando aquello: los pardos ya estaban acomodándose y conformándose
con las pequeñas concesiones que la corona les daba, las reales cédulas entre
otras; los indios tenían sus pueblos autónomos dónde mal que bien se les
respetaba y reconocía sus propias autoridades y reservas territoriales, en
honor a la verdad quienes se dispusieron a expulsar a los peninsulares fueron
entonces los blancos criollos, por intereses de clase y por acumulación de
capital y con él conocimiento, pero los negros nunca lucharon por la libertad
general sino por su libertad, por la defensa de su derecho humano que otrora no
se les tomaba en cuenta.
Esa es la historia de Venezuela si quiere
colocarse en términos raciales como se está pretendiendo hoy en día; ¿vamos a
ignorarla? El mestizaje al final fue quién liberó a Venezuela, el concurso de
todos, la aceptación de esta maravillosa diversidad casuística que nos ha
tocado; Páez, Piar, Bolívar, Sucre, Mariño, Pedro Camejo, nadie se mofó ni
atribuyó a su condición racial el logro obtenido por sus sables y lanzas, todos
en común entendimiento y esfuerzo, llevaron a cabo nuestra primera y sublime
gesta como nación.
Nacimos hace doscientos años por el concurso
de todas las razas que habitan este territorio y esa debe ser la divisa de una
nueva proposición cultural, el estado debe velar porque ello se dé, y evitar ya
de una vez por todas la dañina práctica de importar gentes favoreciéndolas por
encima de los intereses que han nacido y vivido en nuestro país; primero porque
ningún país consciente lo hace ni lo ha hecho y segundo porque eso crea un
resentimiento e incomodidad indisimulable en los nativos y un sentido de
privilegio, en los importados, ineludible.
Después de que salgamos de este cataclismo
que estamos viviendo, la mesura, el cálculo, el cuido, el tino, la exactitud
serán los mejores aliados del gobierno que deberá ocuparse en primer término de
sobrevivir, para después poder actuar.
Si yo aquí detallo con exactitud una nueva
cultura a seguir, me contradeciría de una manera tal, que este escrito sería
digno de ser arrojado a la basura, prefiero inspirar a los que me leen con la
frase siguiente:
Por esto conviene no defraudar la sublime necesidad que de nosotros
tiene, e hincándonos bien en el lugar que nos hallamos, con una profunda
fidelidad a nuestro organismo, a lo que vitalmente somos, abrir bien los ojos
sobre el contorno y aceptar la faena que nos propone el destino. Gasset (1923).
No es un llamado a la incertidumbre, es un
llamado al trabajo por crear las condiciones que permitan nuestra realización
política, social, económica y cultural; si desde el poder privilegiamos el
mestizaje, el concurso de todos, evitamos la copia, el calco, preservamos lo
que se ha venido dando de trascendente y ético, privilegiamos lo nacional por
encima de lo importado, establecemos los fines éticos de nuestra empresa, dinamizamos
las seculares instituciones que se están quedando anquilosadas y que no están
llenando los espacios vacíos, tropicalizamos lo tropicalizable, seguramente con
autoestima y esfuerzo se dará una cultura con propósitos originales y fines
éticos. Más cónsona con nuestro pasado histórico y que permita ir construyendo
la verdadera identidad nacional.
Se van a presentar nuevas necesidades y no
crea nadie que estoy proponiendo encausarlas en los métodos tradicionales para
darles más o menos solución, frente a las nuevas necesidades habrá reformas de
lo constituido que no genera respuesta.
No quiero adelantarme a un escrito que tengo
en mente sobre la educación en Venezuela, pero en ese mismo propósito de crear
las condiciones para la nueva cultura, la razón vital será el eje fundamental
que lo haga factible y real en nuestro país; toda educación en Venezuela tendrá
que ser cónsona con nuestro tiempo histórico, tendrá que ser dinámica y tendrá
que tener capacidad transformadora, así el venezolano podrá trascenderse así
mismo en sus propios términos, bajo sus propias condiciones y a su propio
ritmo.
A nuestro
ritmo; seamos coherentes.
Nuestra generación debe comprender una nueva
periodización de la historia; esas eras clásica, medieval, moderna y
contemporánea por las cuales ha pasado Europa deben sernos ajenas, dignas de
estudio sí, pero ajenas, porque han sido etapas por las cuales ha pasado ese
viejo continente, pero nuestro nuevo género humano no.
Es comprensible que hoy en día en Europa los
jóvenes estén interesados por la física espacial, por la química orgánica, por
la ingeniería nuclear, pero no es comprensible que nuestros jóvenes que tienen
apenas dos siglos de libertos, nuestros mestizos que tienen apenas un siglo de
estudio, nuestras mujeres que tienen no más de medio siglo incursionando tímida
y rezagadamente en el mundo del conocimiento, nuestro país que está
estrenándose en todas las artes y ciencias, tenga esas inquietudes o
necesidades, si alguno llegara a tenerla son impuestas, fabricadas o al menos
sugeridas, pero puesto a punto con su entorno y sentir, es imposible.
Según Gasset (1923), Mommsen y Eduardo Meyer
respectivamente han trabajado sobre el tema, y puede extraerse de sus extensos
estudios que todo pueblo tiene su edad antigua, su edad media y su edad
moderna; en este sentido aprendamos a conocer nuestros tiempos, nuestro ritmo,
nuestras necesidades para generar desde el poder las respuestas correctas,
atinadas y necesarias.
El historiador debe, en el esfuerzo común que
emprenderemos por esa nueva cultura, trabajar arduamente en una real y cónsona
periodización propia de nuestra historia nacional y regional; este socialismo
chucuto y chimbín no se ha ocupado de ello, ni va a ocuparse; entre tanto
fanatismo, descuido, revanchismo y corrupción, las fuerzas seculares de
occidente siguen ganando la partida en este, nuestro país.
Yo me atrevería a decir aquí y ahora, sin
saber si alguien lo ha dicho ya o no, sin saber si el tema ha sido trabajado
con amplitud o no; que Venezuela está entrando apenas en una juventud, en la
pubertad, dónde ni siquiera se asoma un incipiente bigote.
La colonia fue el cuido de nuestro padre
cuando éramos un bebé que no podía valerse por sus propios medios; nuestra
independencia fueron los primeros pasos; la segunda mitad del siglo XIX fueron
los golpes que nos llevamos por no aprender a caminar bien aún; el siglo XX lo
abrimos con un padre maltratador e incomprensivo que pretendió educarnos a los
trancazos; la mitad del siglo XX con unos ocho o nueve años pretendimos
robarnos el carro, y sin alcanzar bien los pedales lo hicimos, lo sacamos del
garaje y avanzamos unas cuadras con entusiasmo y velocidad, pero, al fin, pasó
lo que dialécticamente podría pasar, nos estrellamos y ahora estamos sufriendo
el castigo por esa osadía.
Lo que vendrá ahora será educación,
renovación, cuido y prevención por ese accidente sufrido, ese mismo carro vamos
a volver a agarrarlo pero antes debemos terminar de crecer y desarrollarnos,
después andaremos en él a toda velocidad y en viajes largos y cortos que
disfrutaremos, pero debemos aprender a conocer nuestro tiempo y adecuarnos a
él.
Si vemos la historia de esta manera, este
niño ya casi un joven, se perfila independiente, decidido, capaz, resuelto y sin
complejos, esa es Venezuela; y sí, le agarramos el gusto al robo del carro que hicimos, pero estamos sufriendo las
consecuencias asfixiantes de esta extrema vigilancia y castigo, vamos a
terminar por rebelarnos y dar al traste con esa autoridad que hoy se está sobrepasando.
Vamos a poner a punto, los cambios históricos con nuestros tiempos históricos (Carrera
Damas, 2015); mi generación desde el poder no puede aspirar a un plan agresivo
de industrialización, de modernización a ultranza, de ciencia y técnica como ideología, porque nuestro cuerpo ya ha
rechazado esa receta y seguirá rechazándola, esa no debe ser la dieta de un
infante, son alimentos con una carga calórica y proteica muy difícil de digerir
por nuestros jóvenes intestinos.
Quizás y a nuestros modos, otras generaciones
futuras tengan esa responsabilidad, pero la nuestra debe orientarse en la
educación y la generación de riquezas, no educación tradicional sino vital, no
generación de riquezas importada y capitalista o rentista, sino cónsona con
nuestras capacidades, vamos a arroparnos sin complejos hasta donde nuestra cobija
nos alcance.
Por ello es importante el tema de la
integración que también trataré en un escrito a parte, porque ese esfuerzo que
llevaremos a cabo en medio de un mar de republicas anacrónicas y mcdonalizadas,
puede verse frustrado o combatido al punto de volver a caer en la copia y el
calco; debemos promover al menos en las republicas más cercanas una misma
sintonía de autoconocimiento y vitalidad.
¡A por una
nueva cultura!
Una nueva cultura es posible, solo debemos
crear las condiciones para que ésta se haga realidad, ya es hora de que el
venezolano empiece a trascenderse así mismo, con autoestima a dejar su huella
propia y original en este mundo que se nos va acabar en algún momento, como se
le acabó a los dinosaurios; ya es hora de que me recuerden no porque hablaba
bien el inglés, o porque logré estudiar en Yale o Harvard sino porque me quedé
en el pueblo donde nací y allí construí el primer sistema de riego del pueblo,
y me pusieron una placa con mi nombre al lado de las ingeniosas tuberías, o
porque nací en el Tocuyo y allí me quedé y fundé la primera escuela de arte
urbana, que nos recuerden porque nos quedamos a aportar, a crear nuevas
oportunidades no porque emprendimos la huida hacia sociedades con problemas
“supuestamente resueltos”.
Una cultura dónde no se ridiculice el
conocimiento propio, dónde se debata y condene la cobardía intelectual (Carrera Damas, 2015), una cultura dónde no se
nos obligue a escuchar la música regional llanera porque supuestamente eso es
ser venezolano, sino dónde nazcan nuevos géneros musicales en cada pueblo o
región que satisfaga los oídos de quienes la tienen al alcance, arriesgarnos a
hacer arte, a hacer ciencia, así sea minúscula o rudimentaria frente a la
experimentada Europa, estamos jóvenes y a diferencia de otros pueblos podemos
darnos el lujo de desafinar, de hacer el ridículo, estamos muy jóvenes para
adoptar posturas ajenas.
¿Quiénes
podrían acometer tal empresa?
Déjennos pues a los políticos crear las
condiciones para que la nueva cultura se dé, para que sea al menos factible;
porque hasta ahora el poder económico ha fracasado en el intento, se derriten
como la mantequilla a la arepa, frente al imperio norteamericano; quieren
entonces entregarle no sólo el país y sus recursos sino la dignidad inclusive
de los que están en contra; y el poder de las armas, con tosquedad, con sus
mentes rígidas, obedientes y subordinadas pretenden conculcar la libertad de todos
y disponer el fusil que los civiles les hemos dado para monopolizar el poder y
los recursos que escasean entre nosotros.
Los políticos sabremos entonces mantener el
equilibrio necesario para establecer el debido reparto del poder, y con él la
sana convivencia que permitirá el desarrollo de nuestras potencialidades
individuales; que en suma arrojarán el saldo de un país que torció la barra
para hacer de si mismo algo original e interesado en primer término por el
bienestar propio y de sus pares más símiles.
A este punto no es arriesgado decir, que los
militares lo único que pueden hacer es hundir más a Venezuela, con toda su
incapacidad y prácticas innobles. Y el poder económico, en primer término, a lo
único que pueden aspirar es a entregarla toda sin que nada de ella nos quede.
Sólo los políticos, sólo los que estamos
dispuestos a servir sin esperar nada a cambio, sólo a los que el capital nos
resbala y su acumulación nos parece pérdida de tiempo, sólo a los que
cuestionamos el fondo y no las formas, sólo nosotros como en otros tiempos
podremos resolver este embrollo que amenaza ya a nuestros estómagos. En
compañía de Dios, con confianza en nuestras capacidades humanas, a este punto
sólo nosotros estamos facultados y acreditados; nadie más.
El llamado a mi generación es entonces,
procurar divulgar esto, y ganar el favor de los más; los que estén en mi
posición a lo único que pueden aspirar es a servir, a ser útiles, a adquirir
conocimientos; porque no tenemos armas y de tenerlas no sabríamos dispararlas,
y porque no tenemos dinero y de tenerlo lo repartiríamos a quienes más lo
necesiten; no aspiramos a nada más que al poder, para poder corregir los rumbos
que vislumbramos catastróficos.
Proponiendo
una nueva cultura y defendiéndonos de las que se nos impone, todo al mismo
tiempo.
La nueva cultura habrá de darse pero no
podemos ahorrar esfuerzos en ello; necesario es construir los muros, altos y
con vigilancia, que protejan a nuestra muy dúctil juventud del ataque criminal
del imperio norteamericano, de la transculturización perniciosa y
deshumanizante que ellos promueven: la música, la televisión, los videojuegos
se han convertido en unas herramientas sigilosas y penetrantes que han
desarmado progresivamente a nuestra masa joven de sus capacidades humanas más
notables; pensar, crear, divulgar, debatir, son acciones para las cuales
nuestros jóvenes ya no quieren prestarse y
muchos por el grado tan alto de alienación ya le son imposibles ponerlas
en práctica.
Los revolucionarios rojos, dicen, apuntan, a
que el mayor daño que nos dejó las últimas etapas del proyecto democrático, la
cual califican de neoliberal, fue el empobrecimiento de la población; y ese
daño en realidad ha sido sobredimensionado, no digo hoy, que no haya sido una
realidad, lo que digo es que no fue de la dimensión que tratan de afirmar los
que hoy ostentan el poder.
Yo diría que el peor daño que esas etapas
avanzadas del proyecto democrático nos legó fue haberles abierto puertas y
ventanas a la transculturización yanqui, haber inundado a Venezuela de sus
films, de sus barbies, de sus hamburguesas, de sus músicas, de sus modas, de
sus procederes.
Y ello no porque aguarde un resentimiento
hacia la cultura norteamericana, sino porque he advertido en ella una
desventaja grandísima, y es precisamente el grado de alienación al que somete a
sus practicantes; esta cultura desarma al ser humano, lo inutiliza, los
emblandece, lo arroja sin más a la molicie y la vida vegetativa.
De esa cultura, en su momento, pudieron
“disfrutar” las clases medias y altas de la sociedad con todas sus
subdivisiones y lo que para el momento constituía una ventaja, hoy es la más
grande desventaja acaecida a estas clases sociales, porque frente a los
revolucionarios rojos que no accedieron o al menos no se emborracharon de esta
oleada de cultura norte-centrista, ahora tienen más impedimentos intelectuales,
psicológicos y espirituales para librar la lucha en cualquier terreno que se
les cite.
La cultura yanqui es quizás la cultura más
prevenida que exista; porque dota bien a quienes la profesan para su defensa,
les proporciona buenas herramientas, todo acto que la contradiga o la ponga en
entredicho es risible, es digno de ser burlado, y pone como el centro de su
desarrollo la risa y el humor, ambos atractivos sentimientos para el ser
humano.
Lo
malo es que mientras los jóvenes de la ciudad socialista Belén están reunidos
la noche de un jueves planificando la creación de una brigada o un batallón de
su partido para la defensa de su proyecto, los jóvenes que se dicen
universitarios están cuadrando la rumbita
del juernes para ingerir licor y otros alicientes.
Es cierto, que hoy el alcohol y las drogas
están impactando a todos los sectores sociales, pero quienes ostentan mayor
grado de alienación son más vulnerables a dicho flagelo.
De nuevo el
llamado a mi generación.
Mi
propuesta generacional no es nada ingenua, no tiene ínfulas de romántica o
dejos de anacrónica; es porque entendí que un
solo palo no hace montaña, y que si no logro convencer al menos a una buena
porción de mis pares a sumarse a este proyecto, entonces todo lo que he escrito
y lo que estoy por escribir vegetará en la gaveta de alguno de mis
descendientes para terminar en la basura.
Claro que he añorado el ambiente que muchos
califican de jacobino que reinó en aquella generación del 28´, claro que he deseado
una y mil veces tener compañeros con los cuales pueda explayar mis inquietudes
y refutar las suyas como hizo Rómulo, Pocaterra, Villalba, Otero, Leoni, entre
otros muchos, claro que en 2014 pensé que podía reeditar aquello, pero a pesar
de todo eso, no pierdo el sentido de la realidad; por supuesto que a la par, he
advertido las desventajas enormes de mi generación, que desea adquirir unos
conocimientos sin profundidad para obtener el papel firmado y largarse bien
lejos, claro que se que les atrae la idea de vivir en Miami así sea trapeando
pisos, que desean el supercarro y la supermujer, que se atiborran de alcohol
desde el jueves para eludir sus responsabilidades, claro que he advertido que
mi generación aborrece, toda ella, el pensamiento crítico y la independencia
cognitiva, claro que he advertido que mis proposiciones tienen un grado alto de
improbabilidad, pero de tanto leer esta historia nuestra, no pierdo la fe, de
que algo cuaje entre la insistencia y el deseo sincero y genuino.
Las empresas más plausibles de nuestra
agitada historia han comenzado desde la improbabilidad, se han gestado en
contra de la corriente, han desafiado toda proyección razonable, han
despreciado los números y los estudios de analistas sesudos; eso es lo único
que me ha animado a seguir este minúsculo intento de concientización de mis
pares, pero estoy hoy más que convencido que si mi generación renuncia a su
responsabilidad perderemos la república y todo lo que sucedió en 2014 y años
anteriores quedará como episodios de caprichos, rebeldías y acciones apátridas
de jóvenes pequeños burgueses, al menos en la historia oficial que será la que
prive en la concepción de nuestros hijos, nietos y demás descendencias sino
llegáramos a actuar.
A este punto, he insistiendo en este llamado;
la responsabilidad nuestra ya superó el plano político y generacional, ya es
una responsabilidad de defender nuestra hombría, dignidad y honor, porque el
gravamen que han sufrido nuestras familias, nuestras madres, nuestras hermanas,
nuestros viejos padres, ha sido, sin exagerar, insoportable; en una república
que recibió durante esta revolución roja más de mil millones de dólares por
concepto del petróleo; que no haya para nuestras familias enceres de primera
necesidad, alimentos, seguridad, transporte, es más que un insulto, un puñetazo
a nuestros estómagos.
La nueva cultura se materializará sino
seguimos posponiendo nuestras acciones, sino seguimos procastinando nuestras
responsabilidades, si nos disponemos a acometer nuestras actuales obligaciones.
Es posible si insistimos en ello.
@cgsubero
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