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Hablemos de Cultura. Octubre 2015.

Hablemos de Cultura.
Carlos Subero  “No es sino la proposición de una nueva cultura y el análisis del estado actual de ésta, en Venezuela”

¿Qué es cultura y qué debería de ser?
En Venezuela se vive una cultura fallida, que no se realiza, que no cumple sus propósitos, por decir lo menos, hoy, vivimos como animales; nada de nosotros como sociedad trasciende.
Las personas más entusiastas de la revolución en curso, apuntan que ésta se propuso una revolución cultural, al menos en su primera fase; y van más allá, afirman con pasmosa seguridad que ya se dio.

En este sentido, revisemos en principio ¿Qué es cultura?  ¿Qué debería ser cultura? ¿Qué se ha entendido por cultura? y ¿Cuál será la cultura que propondremos y motorizaremos?
A grandes rasgos y de entrada, la cultura es todo constructo del ser humano que trasciende su propia humanidad, es el esfuerzo por diferenciarnos de los gusanos o del mono, es una osadía, una falta de respeto que distingue a nuestra especie de las que se hayan dominadas por nosotros.

Entonces la cultura en su condición de trascendente, infinita y empeñada en hacerse recordar, debería ser  bonita, amena, agradable o al menos digna de ser evocada o emulada; todo lo que se ha perpetuado a través del curso de la humanidad y ha sido celebrado con regularidad ha cumplido con estos requisitos; en Venezuela es grato hacer el nacimiento, y colocarle en las manos de algún curioso de Belén una cesta de arepas, o colocar a algún ángel bien negrito; es grato empujar el carro de algún desconocido que se ha quedado accidentado, y pujar inclusive más que el propio dueño del vehículo; es grato recibir a alguien en horas de almuerzo y brindarle so pena de reducir las porciones propias.

En Venezuela, hasta ahora ¿Qué se ha entendido por Cultura?
En nuestro país y me atrevería a decir en Latinoamérica hay varios malentendidos de cultura: en los niveles intermedios-bajos del conocimiento, cultura se confunde con tradición, y por eso es que en mi infancia de ese caldo se me dio dos tazas; me conozco los repertorios del Chiriguare, del Pregonero, El Carite, el Tamunangue, Zaragoza, la Parranda de San Juan y San Pedro respectivamente y no sé cuantos actos “culturales” más.

Durante la segunda mitad del siglo XX en Venezuela, el concepto de cultura comenzó a bien entenderse pero rápidamente se pervirtió hasta llegar a su estado más vulnerable; entonces fue cuando entendimos o mejor dicho malentendimos la cultura como el tránsito racional y metódico hacia el culto de occidente, mientras más adorásemos y admiráramos a Europa y su derivado norteamericano más cultos éramos, mientras más limásemos las asperezas de la indeseada criollez más cultos éramos, mientras menos nos pareciéramos a los procederes y saberes de nuestros refraneros y populachos padres más cultos éramos, en este sentido si aprendíamos el inglés y lo pronunciábamos mejor que sus nativos parlantes nos ganábamos al menos dos niveles en la gradación cultural de nuestro infantil pueblo, ni hablar de quién hablase italiano o francés, ese podía bien equipararse con Platón.

Entonces en este sentido, lo poco que se asomaba de nuestro, en esta época, podía llegar a ser considerado “cultura” si era bautizado en New York o en Suiza, o en alguna reconocida metrópoli, Simón Díaz empezó a ser Simón Díaz cuando lo bautizaron aquí y allá; porque antes de eso, no era más que un gritón alpargatudo. Quien no tenía esa dicha entonces vivía al margen de la cultura, de esa malentendida pero aceptada y generalizada.

Ese grave malentendido nos hizo perdernos en el camino, nos hizo perder el rumbo y con él nuestra identidad, entonces ahí fuimos más que vulnerables y susceptibles a cualquier obra social con pretensiones más o menos reivindicadoras de lo nuestro venezolano.

A mal del grado de los defensores catedráticos e ideológicos de esta revolución vigente debo advertirles que han hecho lo mismo que sus próximos pasados, han malentendido la cultura, entonces dentro de ese ánimo desmedido de revanchismo y desasosiego han tratado de disfrazar a Venezuela en un mal entendimiento de la cultura; si aquellos trataron de blanquear a nuestro país con el positivismo, con el liberalismo, éstos están tratando de negrearlo con un énfasis sin fundamento en lo africano y sus castas derivadas.

La cultura oficial ha promovido en Venezuela el desborde de las pasiones y están creando un nuevo modelo de “virtud” arquetípico del venezolano donde toma ventaja quién sea maleducado, déspota, echón; es decir, ahora para ser venezolano hay que relajar el lenguaje, la vestimenta, las relaciones, hay que ser vulgar e insoportablemente ordinario; ser venezolano ahora para los revolucionarios rojos es ser plebeyo e inculto.

El político de uno y otro bando ahora se viste con arapos si desea ganar el favor de una porción considerable de los electores que desea captar, la cultura ahora es bailar tambor o salsa con esmero y sudor, es tejer unas hamacas mal hechas o hacer unos dulcitos desabridos de coco o guayaba, es adentrarse a las profundidades del peligroso Barlovento a bautizar una chocolatera comunal dónde las matriarcas con pañuelos en la cabeza lo que hacen es chismear más que trabajar. Y los que nos resistimos a ello o somos ridiculizados o somos execrados del reparto de los recursos monopolizados.

Citando a Arjona (1995) ser moreno y chaparrito ahora es el look más cotizado, y eso es un error; si se quiere en un intento de radicalización cultural, reivindicar lo originario venezolano: resuélvase entonces el drama que viven los goajiros o yanomamis, bríndensele seguridad, dénsele autonomía territorial y reservas de tierras y recursos, presérvese y divúlguese sus lenguas y costumbres, dispónganle un cordón profiláctico que aleje las infecciones occidentales de sus ancestrales culturas.

Eso no se ha hecho, por el contrario se les ha sometido a innumerables ofensas, maltratos, despojos, durante esta revolución, equiparables con los que llevaron a cabo aquí los primeros españoles bárbaros y sedientos de todo lo material deseable.

Es un desatino reivindicar en Venezuela la negritud y hacerla un mínimo común étnico, no se necesita un doctorado para entender que los negros fueron los últimos en llegar a estas tierras, y en número si los comparamos con el sur de Norteamérica o con el reino del Brasil, o con los virreinatos de México, santa fe o el río de la plata, aquí lo que habían eran desechables estadísticos, cantidades nulas y reducidas, y eso hasta hoy en día se ha mantenido así.

Este nuevo intento de fragmentación cultural va a terminar tan vulnerable como el próximo pasado, prefiero apostar a la tesis de Bolívar expresa en su providencial Carta de Jamaica dónde califica a nuestros pueblos de nuevo género humano, y cómo nuevo entendamos joven y como joven entendamos dúctil y maleable, susceptible.

Esta nueva imposición mal llamada “cultural” está dando al traste con todas las instituciones (y por favor, entiéndase ésta palabra en su sentido más amplio) que habían venido rigiendo el país a partir de la verdadera revolución cultural del 45´ y eso no lo veo tan mal, lo que si condeno de inmoral y peligroso es la generalización de las practicas innobles y sin trascendencia que se están haciendo pasar por una nueva “cultura”. Es decir, es condenable desde cualquier talanquera que mi lector se encuentre, que nos estén metiendo gato por liebre.

Esto no es cultura, es el aprovechamiento de su ausencia.
Por ejemplo, el cristianismo ha perdido terreno en Venezuela, y lo ha perdido por culpa de la iglesia misma; cuando la gente prefiere degollar a un cabrito o destripar a una gallina para verterse la sangre en su faz y sentirse llena espiritualmente; es, porque ya Cristo, clavado ahí en su cruz, pálido, con esos rasgos europeos, con sus cabellos lacios ya no identifica a quién se ha alejado de él; es porque los salmos responsoriales o la eucaristía ya es fastidiosa e inentendible, a Dios gracias que se dejaron de dar las misas en latín porque en vez de cincuenta personas en el recinto eclesiástico hubiese saldos negativos de asistencia; la iglesia cristiana en Venezuela no está llenando las necesidades espirituales de un buen número de Venezolanos y se está colando un culto que dista mucho de ser religioso y que no tiene fines éticos ni trascendentes.
Lo que hay ahora no es la consecuencia de una revolución cultural, es el aprovechamiento nefasto de la ausencia de cultura, real, con capacidad transformadora donde el venezolano se identifique a sí mismo y con sus pares; así se está hoy en Venezuela, confundiendo las malas prácticas, los procedimientos innobles, antiéticos, los vicios, con una “nueva cultura”.

La cultura debe implicar realización, autónoma y colectiva, quién puede realizarse con este desmán moral que se ha suscitado hoy en nuestro país.

Estas formas innobles de vida, promovidas por los revolucionarios, va a terminar por arrojar a Venezuela a un limbo identitario y con él a un desasosiego y desmotivación impar; yo soy venezolano y no porque haya nacido aquí nada más, sino porque lo soy de verdad, no hay nada criollo culinario que no despierte en mi un genuino deseo, desde la arepa hasta la jalea de mango, desde el café guayoyo hasta el queso trenza con dulce, y yo no me estoy sintiendo identificado con estas nuevas prácticas sociales que no llegan al escalafón de cultura, de hecho cuando he tenido cerca a un practicante de esta ausencia cultural me ha provocado agredirlo físicamente y eso es grave porque si yo que siento he logrado un control elevado de mis emociones tengo ese grado de intolerancia, imagínense el vulgo.

¿Qué cultura debería promoverse en nuestro país?
La promoción de un nuevo estado, serio y responsable, debe reivindicar y promover el mestizaje como el único género humano posible en estas tierras, y debe cuidar y velar por las manifestaciones trascendentes que emanen de él, debe crear el terreno dónde estas puedan vivir públicamente y sin restricciones.

Citando a Gasset (1923) la sola perspectiva falsa es esa que pretende ser única. La cultura no se impone, ni se fabrica; a lo máximo que puede pretender un estado es crear las condiciones para que ella pueda realizarse, hacerse acto y preservar lo que vaya quedando; conservar y divulgar sin menoscabar otras culturas, lo más noble y notable de ella.

Pretender hoy en Venezuela instaurar una cultura afro descendiente es un error histórico, dialéctico que puede tener consecuencias perniciosas para la salud del cuerpo republicano.  No tiene basamento ni sentido.

Tanto que se ha hablado de la independencia por estos días, me parece que el intento de divinización, lo que ha hecho es impedir una exacta comprensión de ese, nuestro proceso histórico, más ilustre y reciente; Repasando aquello: los pardos ya estaban acomodándose y conformándose con las pequeñas concesiones que la corona les daba, las reales cédulas entre otras; los indios tenían sus pueblos autónomos dónde mal que bien se les respetaba y reconocía sus propias autoridades y reservas territoriales, en honor a la verdad quienes se dispusieron a expulsar a los peninsulares fueron entonces los blancos criollos, por intereses de clase y por acumulación de capital y con él conocimiento, pero los negros nunca lucharon por la libertad general sino por su libertad, por la defensa de su derecho humano que otrora no se les tomaba en cuenta.

Esa es la historia de Venezuela si quiere colocarse en términos raciales como se está pretendiendo hoy en día; ¿vamos a ignorarla? El mestizaje al final fue quién liberó a Venezuela, el concurso de todos, la aceptación de esta maravillosa diversidad casuística que nos ha tocado; Páez, Piar, Bolívar, Sucre, Mariño, Pedro Camejo, nadie se mofó ni atribuyó a su condición racial el logro obtenido por sus sables y lanzas, todos en común entendimiento y esfuerzo, llevaron a cabo nuestra primera y sublime gesta como nación.

Nacimos hace doscientos años por el concurso de todas las razas que habitan este territorio y esa debe ser la divisa de una nueva proposición cultural, el estado debe velar porque ello se dé, y evitar ya de una vez por todas la dañina práctica de importar gentes favoreciéndolas por encima de los intereses que han nacido y vivido en nuestro país; primero porque ningún país consciente lo hace ni lo ha hecho y segundo porque eso crea un resentimiento e incomodidad indisimulable en los nativos y un sentido de privilegio, en los importados, ineludible.

Después de que salgamos de este cataclismo que estamos viviendo, la mesura, el cálculo, el cuido, el tino, la exactitud serán los mejores aliados del gobierno que deberá ocuparse en primer término de sobrevivir, para después poder actuar.

Si yo aquí detallo con exactitud una nueva cultura a seguir, me contradeciría de una manera tal, que este escrito sería digno de ser arrojado a la basura, prefiero inspirar a los que me leen con la frase siguiente:

Por esto conviene no defraudar la sublime necesidad que de nosotros tiene, e hincándonos bien en el lugar que nos hallamos, con una profunda fidelidad a nuestro organismo, a lo que vitalmente somos, abrir bien los ojos sobre el contorno y aceptar la faena que nos propone el destino.  Gasset (1923).

No es un llamado a la incertidumbre, es un llamado al trabajo por crear las condiciones que permitan nuestra realización política, social, económica y cultural; si desde el poder privilegiamos el mestizaje, el concurso de todos, evitamos la copia, el calco, preservamos lo que se ha venido dando de trascendente y ético, privilegiamos lo nacional por encima de lo importado, establecemos los fines éticos de nuestra empresa, dinamizamos las seculares instituciones que se están quedando anquilosadas y que no están llenando los espacios vacíos, tropicalizamos lo tropicalizable, seguramente con autoestima y esfuerzo se dará una cultura con propósitos originales y fines éticos. Más cónsona con nuestro pasado histórico y que permita ir construyendo la verdadera identidad nacional.

Se van a presentar nuevas necesidades y no crea nadie que estoy proponiendo encausarlas en los métodos tradicionales para darles más o menos solución, frente a las nuevas necesidades habrá reformas de lo constituido que no genera respuesta.

No quiero adelantarme a un escrito que tengo en mente sobre la educación en Venezuela, pero en ese mismo propósito de crear las condiciones para la nueva cultura, la razón vital será el eje fundamental que lo haga factible y real en nuestro país; toda educación en Venezuela tendrá que ser cónsona con nuestro tiempo histórico, tendrá que ser dinámica y tendrá que tener capacidad transformadora, así el venezolano podrá trascenderse así mismo en sus propios términos, bajo sus propias condiciones y a su propio ritmo.

A nuestro ritmo; seamos coherentes.
Nuestra generación debe comprender una nueva periodización de la historia; esas eras clásica, medieval, moderna y contemporánea por las cuales ha pasado Europa deben sernos ajenas, dignas de estudio sí, pero ajenas, porque han sido etapas por las cuales ha pasado ese viejo continente, pero nuestro nuevo género humano no.

Es comprensible que hoy en día en Europa los jóvenes estén interesados por la física espacial, por la química orgánica, por la ingeniería nuclear, pero no es comprensible que nuestros jóvenes que tienen apenas dos siglos de libertos, nuestros mestizos que tienen apenas un siglo de estudio, nuestras mujeres que tienen no más de medio siglo incursionando tímida y rezagadamente en el mundo del conocimiento, nuestro país que está estrenándose en todas las artes y ciencias, tenga esas inquietudes o necesidades, si alguno llegara a tenerla son impuestas, fabricadas o al menos sugeridas, pero puesto a punto con su entorno y sentir, es imposible.

Según Gasset (1923), Mommsen y Eduardo Meyer respectivamente han trabajado sobre el tema, y puede extraerse de sus extensos estudios que todo pueblo tiene su edad antigua, su edad media y su edad moderna; en este sentido aprendamos a conocer nuestros tiempos, nuestro ritmo, nuestras necesidades para generar desde el poder las respuestas correctas, atinadas y necesarias.

El historiador debe, en el esfuerzo común que emprenderemos por esa nueva cultura, trabajar arduamente en una real y cónsona periodización propia de nuestra historia nacional y regional; este socialismo chucuto y chimbín no se ha ocupado de ello, ni va a ocuparse; entre tanto fanatismo, descuido, revanchismo y corrupción, las fuerzas seculares de occidente siguen ganando la partida en este, nuestro país.

Yo me atrevería a decir aquí y ahora, sin saber si alguien lo ha dicho ya o no, sin saber si el tema ha sido trabajado con amplitud o no; que Venezuela está entrando apenas en una juventud, en la pubertad, dónde ni siquiera se asoma un incipiente bigote.

La colonia fue el cuido de nuestro padre cuando éramos un bebé que no podía valerse por sus propios medios; nuestra independencia fueron los primeros pasos; la segunda mitad del siglo XIX fueron los golpes que nos llevamos por no aprender a caminar bien aún; el siglo XX lo abrimos con un padre maltratador e incomprensivo que pretendió educarnos a los trancazos; la mitad del siglo XX con unos ocho o nueve años pretendimos robarnos el carro, y sin alcanzar bien los pedales lo hicimos, lo sacamos del garaje y avanzamos unas cuadras con entusiasmo y velocidad, pero, al fin, pasó lo que dialécticamente podría pasar, nos estrellamos y ahora estamos sufriendo el castigo por esa osadía.

Lo que vendrá ahora será educación, renovación, cuido y prevención por ese accidente sufrido, ese mismo carro vamos a volver a agarrarlo pero antes debemos terminar de crecer y desarrollarnos, después andaremos en él a toda velocidad y en viajes largos y cortos que disfrutaremos, pero debemos aprender a conocer nuestro tiempo y adecuarnos a él.

Si vemos la historia de esta manera, este niño ya casi un joven, se perfila independiente, decidido, capaz, resuelto y sin complejos, esa es Venezuela; y sí, le agarramos el gusto al robo del carro  que hicimos, pero estamos sufriendo las consecuencias asfixiantes de esta extrema vigilancia y castigo, vamos a terminar por rebelarnos y dar al traste con esa autoridad que hoy se está sobrepasando.

Vamos a poner a punto, los cambios históricos con nuestros tiempos históricos (Carrera Damas, 2015); mi generación desde el poder no puede aspirar a un plan agresivo de industrialización, de modernización a ultranza, de ciencia y técnica como ideología, porque nuestro cuerpo ya ha rechazado esa receta y seguirá rechazándola, esa no debe ser la dieta de un infante, son alimentos con una carga calórica y proteica muy difícil de digerir por nuestros jóvenes intestinos.

Quizás y a nuestros modos, otras generaciones futuras tengan esa responsabilidad, pero la nuestra debe orientarse en la educación y la generación de riquezas, no educación tradicional sino vital, no generación de riquezas importada y capitalista o rentista, sino cónsona con nuestras capacidades, vamos a arroparnos sin complejos hasta donde nuestra cobija nos alcance.

Por ello es importante el tema de la integración que también trataré en un escrito a parte, porque ese esfuerzo que llevaremos a cabo en medio de un mar de republicas anacrónicas y mcdonalizadas, puede verse frustrado o combatido al punto de volver a caer en la copia y el calco; debemos promover al menos en las republicas más cercanas una misma sintonía de autoconocimiento y vitalidad.



¡A por una nueva cultura!
Una nueva cultura es posible, solo debemos crear las condiciones para que ésta se haga realidad, ya es hora de que el venezolano empiece a trascenderse así mismo, con autoestima a dejar su huella propia y original en este mundo que se nos va acabar en algún momento, como se le acabó a los dinosaurios; ya es hora de que me recuerden no porque hablaba bien el inglés, o porque logré estudiar en Yale o Harvard sino porque me quedé en el pueblo donde nací y allí construí el primer sistema de riego del pueblo, y me pusieron una placa con mi nombre al lado de las ingeniosas tuberías, o porque nací en el Tocuyo y allí me quedé y fundé la primera escuela de arte urbana, que nos recuerden porque nos quedamos a aportar, a crear nuevas oportunidades no porque emprendimos la huida hacia sociedades con problemas “supuestamente resueltos”.  

Una cultura dónde no se ridiculice el conocimiento propio, dónde se debata y condene la cobardía intelectual (Carrera Damas, 2015), una cultura dónde no se nos obligue a escuchar la música regional llanera porque supuestamente eso es ser venezolano, sino dónde nazcan nuevos géneros musicales en cada pueblo o región que satisfaga los oídos de quienes la tienen al alcance, arriesgarnos a hacer arte, a hacer ciencia, así sea minúscula o rudimentaria frente a la experimentada Europa, estamos jóvenes y a diferencia de otros pueblos podemos darnos el lujo de desafinar, de hacer el ridículo, estamos muy jóvenes para adoptar posturas ajenas.

¿Quiénes podrían acometer tal empresa?
Déjennos pues a los políticos crear las condiciones para que la nueva cultura se dé, para que sea al menos factible; porque hasta ahora el poder económico ha fracasado en el intento, se derriten como la mantequilla a la arepa, frente al imperio norteamericano; quieren entonces entregarle no sólo el país y sus recursos sino la dignidad inclusive de los que están en contra; y el poder de las armas, con tosquedad, con sus mentes rígidas, obedientes y subordinadas pretenden conculcar la libertad de todos y disponer el fusil que los civiles les hemos dado para monopolizar el poder y los recursos que escasean entre nosotros.

Los políticos sabremos entonces mantener el equilibrio necesario para establecer el debido reparto del poder, y con él la sana convivencia que permitirá el desarrollo de nuestras potencialidades individuales; que en suma arrojarán el saldo de un país que torció la barra para hacer de si mismo algo original e interesado en primer término por el bienestar propio y de sus pares más símiles.

A este punto no es arriesgado decir, que los militares lo único que pueden hacer es hundir más a Venezuela, con toda su incapacidad y prácticas innobles. Y el poder económico, en primer término, a lo único que pueden aspirar es a entregarla toda sin que nada de ella nos quede.

Sólo los políticos, sólo los que estamos dispuestos a servir sin esperar nada a cambio, sólo a los que el capital nos resbala y su acumulación nos parece pérdida de tiempo, sólo a los que cuestionamos el fondo y no las formas, sólo nosotros como en otros tiempos podremos resolver este embrollo que amenaza ya a nuestros estómagos. En compañía de Dios, con confianza en nuestras capacidades humanas, a este punto sólo nosotros estamos facultados y acreditados; nadie más.

El llamado a mi generación es entonces, procurar divulgar esto, y ganar el favor de los más; los que estén en mi posición a lo único que pueden aspirar es a servir, a ser útiles, a adquirir conocimientos; porque no tenemos armas y de tenerlas no sabríamos dispararlas, y porque no tenemos dinero y de tenerlo lo repartiríamos a quienes más lo necesiten; no aspiramos a nada más que al poder, para poder corregir los rumbos que vislumbramos catastróficos.


Proponiendo una nueva cultura y defendiéndonos de las que se nos impone, todo al mismo tiempo.
La nueva cultura habrá de darse pero no podemos ahorrar esfuerzos en ello; necesario es construir los muros, altos y con vigilancia, que protejan a nuestra muy dúctil juventud del ataque criminal del imperio norteamericano, de la transculturización perniciosa y deshumanizante que ellos promueven: la música, la televisión, los videojuegos se han convertido en unas herramientas sigilosas y penetrantes que han desarmado progresivamente a nuestra masa joven de sus capacidades humanas más notables; pensar, crear, divulgar, debatir, son acciones para las cuales nuestros jóvenes ya no quieren prestarse y  muchos por el grado tan alto de alienación ya le son imposibles ponerlas en práctica.

Los revolucionarios rojos, dicen, apuntan, a que el mayor daño que nos dejó las últimas etapas del proyecto democrático, la cual califican de neoliberal, fue el empobrecimiento de la población; y ese daño en realidad ha sido sobredimensionado, no digo hoy, que no haya sido una realidad, lo que digo es que no fue de la dimensión que tratan de afirmar los que hoy ostentan el poder.

Yo diría que el peor daño que esas etapas avanzadas del proyecto democrático nos legó fue haberles abierto puertas y ventanas a la transculturización yanqui, haber inundado a Venezuela de sus films, de sus barbies, de sus hamburguesas, de sus músicas, de sus modas, de sus procederes.

Y ello no porque aguarde un resentimiento hacia la cultura norteamericana, sino porque he advertido en ella una desventaja grandísima, y es precisamente el grado de alienación al que somete a sus practicantes; esta cultura desarma al ser humano, lo inutiliza, los emblandece, lo arroja sin más a la molicie y la vida vegetativa.

De esa cultura, en su momento, pudieron “disfrutar” las clases medias y altas de la sociedad con todas sus subdivisiones y lo que para el momento constituía una ventaja, hoy es la más grande desventaja acaecida a estas clases sociales, porque frente a los revolucionarios rojos que no accedieron o al menos no se emborracharon de esta oleada de cultura norte-centrista, ahora tienen más impedimentos intelectuales, psicológicos y espirituales para librar la lucha en cualquier terreno que se les cite.

La cultura yanqui es quizás la cultura más prevenida que exista; porque dota bien a quienes la profesan para su defensa, les proporciona buenas herramientas, todo acto que la contradiga o la ponga en entredicho es risible, es digno de ser burlado, y pone como el centro de su desarrollo la risa y el humor, ambos atractivos sentimientos para el ser humano.

 Lo malo es que mientras los jóvenes de la ciudad socialista Belén están reunidos la noche de un jueves planificando la creación de una brigada o un batallón de su partido para la defensa de su proyecto, los jóvenes que se dicen universitarios están cuadrando la rumbita del juernes para ingerir licor y otros alicientes.

Es cierto, que hoy el alcohol y las drogas están impactando a todos los sectores sociales, pero quienes ostentan mayor grado de alienación son más vulnerables a dicho flagelo.

De nuevo el llamado a mi generación.
 Mi propuesta generacional no es nada ingenua, no tiene ínfulas de romántica o dejos de anacrónica; es porque entendí que un solo palo no hace montaña, y que si no logro convencer al menos a una buena porción de mis pares a sumarse a este proyecto, entonces todo lo que he escrito y lo que estoy por escribir vegetará en la gaveta de alguno de mis descendientes para terminar en la basura.

Claro que he añorado el ambiente que muchos califican de jacobino que reinó en aquella generación del 28´, claro que he deseado una y mil veces tener compañeros con los cuales pueda explayar mis inquietudes y refutar las suyas como hizo Rómulo, Pocaterra, Villalba, Otero, Leoni, entre otros muchos, claro que en 2014 pensé que podía reeditar aquello, pero a pesar de todo eso, no pierdo el sentido de la realidad; por supuesto que a la par, he advertido las desventajas enormes de mi generación, que desea adquirir unos conocimientos sin profundidad para obtener el papel firmado y largarse bien lejos, claro que se que les atrae la idea de vivir en Miami así sea trapeando pisos, que desean el supercarro y la supermujer, que se atiborran de alcohol desde el jueves para eludir sus responsabilidades, claro que he advertido que mi generación aborrece, toda ella, el pensamiento crítico y la independencia cognitiva, claro que he advertido que mis proposiciones tienen un grado alto de improbabilidad, pero de tanto leer esta historia nuestra, no pierdo la fe, de que algo cuaje entre la insistencia y el deseo sincero y genuino.

Las empresas más plausibles de nuestra agitada historia han comenzado desde la improbabilidad, se han gestado en contra de la corriente, han desafiado toda proyección razonable, han despreciado los números y los estudios de analistas sesudos; eso es lo único que me ha animado a seguir este minúsculo intento de concientización de mis pares, pero estoy hoy más que convencido que si mi generación renuncia a su responsabilidad perderemos la república y todo lo que sucedió en 2014 y años anteriores quedará como episodios de caprichos, rebeldías y acciones apátridas de jóvenes pequeños burgueses, al menos en la historia oficial que será la que prive en la concepción de nuestros hijos, nietos y demás descendencias sino llegáramos a actuar.

A este punto, he insistiendo en este llamado; la responsabilidad nuestra ya superó el plano político y generacional, ya es una responsabilidad de defender nuestra hombría, dignidad y honor, porque el gravamen que han sufrido nuestras familias, nuestras madres, nuestras hermanas, nuestros viejos padres, ha sido, sin exagerar, insoportable; en una república que recibió durante esta revolución roja más de mil millones de dólares por concepto del petróleo; que no haya para nuestras familias enceres de primera necesidad, alimentos, seguridad, transporte, es más que un insulto, un puñetazo a nuestros estómagos.

La nueva cultura se materializará sino seguimos posponiendo nuestras acciones, sino seguimos procastinando nuestras responsabilidades, si nos disponemos a acometer nuestras actuales obligaciones. Es posible si insistimos en ello.


@cgsubero

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