Rubio,
Ciudad Pontálida.
Rubio, ciudad pontálida servirá para establecer conexiones con temas
álgidos de Venezuela entera, servirá para sobrepasar los ríos que se interponen
entre la realidad y la propaganda oficial, servirá para tramontar los escoyos
que surten la desinformación y el desparpajo; servirá esta ciudad para seguir
andando en el camino ya trazado de autoconocimiento y construcción de un
sistema propio Venezolano.
Ingobernabilidad
CarlosGSubero@gmail.com
@cgsubero
Carlos
Subero
“El viaje me sirvió para darme cuenta de una realidad terrible que acosa a
Venezuela, viajé al epicentro de uno de los problemas más graves que azotan
nuestra sociedad”
Rubio,
Tradición vs. Modernización
En mi acostumbrada advertencia al
lector, debo prevenirlo de varias cosas, primero, mi visita a la ciudad es el
móvil de este escrito; cinco días bastaron para quedar prendado de este macondo
mágico, lleno de puentes y de esa cualidad voy a sujetarme para describirla en
su esencia, pero también para usarla de puente que me ayude a tocar temas
políticos, económicos y sociales.
No puedo ahorrar descripciones,
argumentos y números en este escrito, no
puedo darle el carácter de artículo publicable, porque es desproporcionado tratar temas tan
hondos en tan pocas líneas; considero en esta ocasión y en anteriores, que los
problemas venezolanos son tan grandes, que grandes y extensos deben ser su
tratamiento, so pena de la agilidad difusora que reporta un artículo de escasos
tres o cuatro párrafos.
Mi viaje fue folklórico, fue
porque tenía que ser, en la forma en la que fue, y no pudo haber sido mejor ni
diferente, añado a este trabalenguas; fue porque sino éste escrito no hubiese
sido. No había tenido la oportunidad de visitar los Andes aparte de un viaje de
mi infancia de esos en los cuales uno es arrastrado por los mayores y
fotografiado hasta la saciedad, es decir, no tenía un recuerdo vívido de la
región andina; Conocer Rubio me hizo acordarme de la Venezuela que creía
extinta, de esa que viví en mi infancia, rodeada de refranes, de pueblo, de
sencillez, rodeada de sinceridad y hospitalidad desorbitada, de solidaridad
vecinal y de religiosidad espiritual y gastronómica.
El pueblo cuenta entre sus
haberes con los requisitos que un pueblo debe tener para obtener el título de
tal: la plaza, la iglesia, las carreras y avenidas, el centro, el mercado a
cielo abierto, las señoras entregadas a sus familias y a Dios, los viejos
cuenteros y los niños en sus bicicletas; adolescentes que desentonan con lo
folklórico de la pequeña ciudad, impactados sin límites por la transculturización
y la globalización de las formas de vida del occidente contemporáneo.
No es de extrañar en Rubio, ver
una señora caminando por la calle entre la neblina de las seis de la tarde con
una bolsa llena de granos de café recién cosechados, atravesada en su paso por un joven de jeans
desteñidos y peinado fantástico, elaborado con esmero y gel en abundancia; a la
par de ver un Caprice viejo pero bien conservado pasando o ver al viejo que se haya junto a su compadre en el
frente de su casa sentado hablando de cuando se accidentó por Bramón o cuando
lo agarró la guardia contrabandeando por Delicias, escenario
interrumpido por el estruendo de un carro viejo pero enchulado con cornetas de alta potencia que bañan de reggaetón la
escena tan noble que describo.
Este es Rubio, tradición y
modernización, ninguna fuerza se rinde ante otra, han hecho un pacto por
sobrevivir juntas, aun y cuando la tradición por ahora lleva la delantera, no
se ve el McDonald’s y sobran los bocadillos de leche, de frutas o de
guayaba; no se observa el croissant pero sobran el bolillo de batata, de leche,
de guayaba y queso; escasea el Gouda pero sobra el queso llanero, el palmizulia
y el delicia, Rubio se resiste a perder su identidad, las madres y abuelas
están librando esa lucha y por ahora van ganando sin mayores provisiones.
A pesar de que Rubio cuenta con
todos los requisitos normales de un pueblo, presenta una notable excepción, ha
parido notables entre los cuales se cuenta un jefe de estado del cual no puede
sino hablarse bien por su recta conducta y por sus obras que fueron su carta de
presentación, el siempre recordado y mal tratado Carlos Andrés Pérez; un
cronista e historiador local de alcances estelares como lo fue Rafael María
Rosales; pero también está rodeada de otros pueblos que han dado a luz a jefes
de estado notables; A escasos minutos de Rubio se encuentra Capacho pueblo natal
del General Cipriano Castro; también se encuentra La Mulera en el camino muy
transitado hacia San Antonio del Táchira última alcabala de Venezuela hacia el
paso fronterizo, pueblo natal del General Juan Vicente Gómez; Queniquea ciudad
natal del General López Contreras; San Cristóbal lugar de nacimiento del
General Isaías Medina Angarita; Michelena municipio donde nació el General Marcos
Pérez Jiménez; todos presidentes de la República de Venezuela.
En mis estudios de historia de
Venezuela siempre me había hecho esta pregunta: ¿Por qué el Táchira cuenta con
tantos presidentes? Como no cuenta el Zulia, o el estado Sucre o cualquier otro
estado del territorio nacional, ahora lo entiendo todo.
Así era
Rubio y El Táchira
Para los rubienses y los
tachirenses en general, de otrora; el trabajo, el café, la hospitalidad y la religión son su divisa; y
digo de otrora porque lamentablemente la situación ha cambiado. Esa vieja
“Tachiraniedad” como la catalogaba Rafael María Rosales en sus escritos de
historia menuda sobre Rubio, se ha visto lesionada y está en peligro de
extinción por una nueva forma de vida ruin y condenable desde todo punto de
vista.
El trabajo, porque los viejos de
la casa en donde me recibieron, no concebían un desayuno, sin antes recoger los
huevos de las gallinas del corral de atrás, un café sin antes tostar el grano,
una arepa sin antes bregar por conseguir la harina de maíz, un día de trabajo
sin levantarse a las cinco de la mañana; y todos sus cuentos, que escuché y
disfruté, eran de cuando llevaban el ganado colina arriba a la hacienda de los
tíos, o cuando esparcían los granos de café en patios enormes de hacendados
amigos, o del dolor que aún tienen en la cadera por el paleo y el picoteo en el
conuco familiar, todo era alrededor del trabajo, no de servicio, sino
productivo, laborioso, del trabajo sin remedos.
El café, lo tosté en caldero y
con una paleta junto a ellos, saboreé ese olor mientras el grano se oscurece,
me llegó el calor a los dedos, me enseñaron el arte ya secular de disfrutar un
buen café Venezolano, sembrado, cosechado y dispuesto para sorberlo de la taza
de peltre, sin leche y con azúcar. El café de paquete se usa cuando la vieja de
la casa se haya enferma o indispuesta a laborar en todo el proceso que
describo, el Nescafé es despreciado al igual que todos esos lattes de ultramar,
los han probado y les ha servido para aumentar su orgullo por el café local,
familiar, propio rubiense, pero como me dijeron, entre nostalgia y lamentos “ya
nadie quiere trabajar el café, sólo quedamos nosotros y otros como nosotros que
nos preocupamos por tomar nuestro café bien hechecito”
La hospitalidad, porque en cinco
días me sentí parte de los Mora, de esa familia que no escatima a la hora de
recibir a un huésped en su casa, me apenaron con tantas atenciones y de a
momentos me sentí como un presidente en visita oficial a un país saudí de
riquezas incalculables. Dispusieron de lo poco que tenían para que yo me
sintiese a gusto, para que no los olvidase; tuve la oportunidad de disfrutar de
una cata de miaos, pues recientemente
les había nacido en la casa una nieta, y ésta es una bebida que elaboran en
ocasión del nacimiento de algún niño de la familia, unos jugos puros y bien
concentrados pero con miche (una bebida fuerte semejante al tequila) y un toque
de anís, los probé de fresa, de durazno y de mora, todos muy buenos; probé el
masato en la mañana, bien frío, una bebida espesa hecha de arroz, fermentada,
muy buena; probé un desayuno buenísimo de arepas de trigo, con tortilla, y
queso delicia, y una cesta de pastelitos toda a mi disposición; probé variedad
de panes andinos rellenos, de sabor o glaseados; probé los quesos más frescos
que he probado en mucho tiempo, delicia, llanero y palmizulia; probé los
bocadillos, probé el miche Antioqueño y me fui diciéndole al aguacate, el curo.
Esta gente en su esfuerzo por
cumplir con una de sus divisas, y en el proceso de Andinización de mi persona,
me demostraron unas formas de vida basadas en el amor y respeto a Cristo; me
adelantaron los siete potajes, tradición de semana santa, y dispusieron en su
mesa de variados platos para que los probase todos, Cachama, Babo, Pollo
guisado con papás, Ensalada de papas, Chanfaina, Sopa de Arroz, de nuevo
abundantes pastelitos, y todo desde las limitaciones que les impone sus
pensiones y la situación del país que pronto describiré. Me fui con la promesa
de volver a la caminata hacia el Cristo de La Grita que se celebra en el mes de
agosto, por una ruta catalogada del peregrino, que dura 18 horas y somete a
quienes la caminan, a malestares producto de la altura del sitio.
El Táchira
de ahora
En esta casa me mostraron un
Táchira viejo, no el actual, el de ahora lo vi con mis ojos y difería en mucho
de ese islote acordonado en donde pervive con grandes esfuerzos el rubio de
antes y sus mejores costumbres. El de ahora tiene por divisa el contrabando, la
escasez, el rebusque y el deshonor.
Es lamentable, pero los nuevos tachirenses, éstos,
coaccionados y coercionados por la Revolución actual, se han visto en la
necesidad de desplazarse lejos de la honestidad y pasar a ser un pueblo de forajidos, que
lesionan a diario a su propio país, y Rubio es el epicentro de ello; lo digo
con dolor pero con responsabilidad, lo digo con pena pero con satisfacción de
que esta crítica tendrá eco en el futuro y la reconstrucción del Táchira que
Simón Bolívar catalogó como “Patriótica y Valerosa Villa”; del Rubio que Rafael
María Rosales hijo de esta hermosa ciudad catalogó como “Pueblo honesto,
generoso y noble de espíritu”, del Táchira cuyas divisas mencioné
anteriormente, del Táchira de los Mora, de ese que tratan desde sus
limitaciones de preservar, será una realidad ineluctable.
Cualquiera que tenga siquiera conocimientos rudimentarios de historia
económica, sabe que cuando toda una región se dedica a actividades ilícitas -comerciales
o industriales- es porque no existe abierta la posibilidad de ganarse
honestamente la vida en labores lícitas. Los pueblos contrabandistas son
siempre pueblos arruinados con anterioridad al momento en que se resolvieron a
ganar el sustento al margen de la ley, en lucha abierta contra las normas de
una sociedad que se mostraba incapaz para garantizarle los medíos honrados de
vivir. (Betancourt R, 1938)
No
hay palabras más exactas que éstas que coloco íntegras, de Rómulo Betancourt en
uno de sus artículos, preocupado por el contrabando en el Estado Fronterizo del Táchira, contrabando que será descrito con
exactitud y que servirá para describir el actual y las abismales diferencias
entre uno y otro; el actual tiene rasgos de salvajismo y proporciones de robo
criminal al erario nacional.
“La
culpa no la tiene el ciego, sino quién le da el garrote” es un refrán popular
que se haya en el vocablo de mi anciana abuela; la culpa es de este sistema de
gobierno que ahora preside Nicolás Maduro que ha creado las condiciones tales
para que Rubio y el Táchira toda se halle en este trance vergonzoso de ruindad
y hurto generalizado.
El
contrabando ya no es como el de otrora;
el que denunciaba Rómulo en sus escritos, consistía en contrabandear
ganado y engordarlo en el Norte de Santander, porque el peso colombiano estaba
muy depreciado y el coste por engorde de ganado era muy inferior al coste en
Venezuela, y además los ganaderos cobraban al estado prima de exportación de
ganado, lo cual era ilegal, porque el juego consistía en exportar el ganado,
engordarlo afuera, cobrar la prima de exportación e importarlo de nuevo a
Venezuela para venderlo, el producto se encarecía y el ganadero se enriquecía
un tanto más con esta trampilla, el estado venezolano perdía un dinero un tanto
significativo en el pago de la prima y el Táchira y sobre todo Rubio se quedaba
con una tasa menos de empleo, porque éstas labores las realizaban colombianos
con tasas de remuneración muy por debajo de los Venezolanos acostumbrados a disfrutar
las ventajas de una moneda fuerte que encarece su mano de obra.
Sucedía
lo mismo con el café, era más rentable contratar jornaleros colombianos,
pagarles en bolívares y que éstos se fuesen a Cúcuta consumir productos
baratísimos comprados con bolívares, que pagarles a Venezolanos que cobran
mejor y que compraban productos
equiparados a la economía nacional de aquella época, es decir, con precios más
elevados que en el país vecino; éste ahorro significativo en mano de obra se
unía a la misma trampilla de la prima de exportación, y se sacaban dividendos a
la república que hubiese podido ahorrarse si no fuera por estos subterfugios de
ganaderos y hacendados, lo que es importante destacar es que este hurto no era
generalizado, lo cometían las personas pudientes, dueños de medios de
producción, y si a ver vamos, producían, laboraban, daban empleo y por ello es
que el Táchira produjo entonces ciudadanos de alto vuelo como los que hemos
mencionado, por las características de ciudad productiva y laboriosa. Es decir,
el contrabando ha existido desde que Venezuela se constituyó en república, pero
tenía estas características ingenuas y de viveza criolla, despreciable desde
todo punto de vista pero incomparable con la situación actual, son insalvables
las distancias.
Otro
tipo de contrabando era el que me comentó el Sr. Gonzalo, vecino de los Mora;
el que él realizaba consistía en ir a Cúcuta con Bolívares y comprar ganado lanudo
rumiante, y traérselo por la trocha (Caminos improvisados de tierra para
conectar ambos países, son utilizados precisamente para el contrabando desde
hace más de un siglo), él solo con su hermano compraban unas 2 o 3 reses y se
las traían a pie, arriándolas por tan agrestes caminos, les tomaba 1 día entero
y sin descanso, pero lo que compraban a precio de gallina flaca por el peso
devaluado, lo vendían en el lado venezolano por kilos, en bolívares por
supuesto y a precios de capitalismo desbordado.
Según
los copiosos estudios de Rómulo Betancourt (1938) el sueldo promedio de un trabajador
colombiano que trabajase en Venezuela, era de 1-1,50 Bs. Diarios, y el de un
venezolano que trabajase en su país, en Rubio o en cualquier localidad del
Táchira o de la región fronteriza, era de 2,50-3Bs. diarios, por ello las
ventajas de contratar a un colombiano, además los Venezolanos estaban cada vez
menos dispuestos a echar pico y pala para otro, estaban dados más a adquirir un
terreno y trabajar para sí mismos. La diferencia radicaba que el peso estaba
devaluado en más de un 45% en relación con el dólar americano, mientras que
Venezuela tenía posicionado el bolívar a 3-4 Bs. Con respecto a cada dólar
americano.
En
Cúcuta podía comprarse con 100 Bs al cambio, lo que en Táchira valía unos 200
Bs. Aproximadamente; pero no era problema alguno porque el venezolano ganaba
más, tanto el obrero como el empleado.
Ésta
era a grandes rasgos la situación del contrabando en épocas pasadas y alarmaba
a quienes estudiaban el tema, porque la república ciertamente se veía lesionada
por culpa de unos profesionales del contrabando y de estafa al estado. Ahora la
situación en el Táchira es Generalizada, ya no se exporta ganado, ni café, ya
no se cruza a Cúcuta por el placer de
comprar a precios de regalo, ya no se utilizan las trochas que según los
entendidos muchas de ellas se perdieron a causa de la naturaleza, ya ni
siquiera los jóvenes piensan en arriar un ganado o comprar un terreno, la
platabanda en casa de sus viejos resuelve el problema habitacional, de manera
precaria por la escasez de materiales de construcción y por ello el descuido
evidente de la estética en toda la región fronteriza del Táchira; la independencia de los jóvenes en esta región
al igual que en toda Venezuela es una ilusión de las más utópicas.
Vaya
si han cambiado las cosas…
El contrabando
más rentable de ahora difiere mucho del descrito anteriormente, ahora es de
combustible, transportar combustible de Táchira a Cúcuta es el negocio redondo,
motocicletas, carros, autobuses y camiones laburan en ello; hay diferentes
niveles y son los hombres los que mayormente se desenvuelven en este
contrabando inefable.
Las
motocicletas ocupan el escalón más bajo en la estafa generalizada; una
motocicleta como la RKV de Empire, que dispone de uno de los tanques más
grandes de las motos de baja cilindrada chinas que son las que inundan el
mercado automotor actual, dispone de 17 litros en su tanque, eso reporta iso
facto para un motorizado, a 70 Bs. El litro aproximadamente 1190 Bs. Sí el
motorizado es laborioso, y se para todos los días a eso de las 3 de la mañana
para hacer cola en las estaciones de servicio, y hace 2 cruces diarios a Cucúta,
en 6 días dejando el domingo de descanso, puede hacer 14.280 Bs.
Aproximadamente, es decir, al mes puede redondear al menos unos 57.120 Bs. Eso
sí se dispone arduamente a estafar a la nación como describo, sería ésta la
máxima ganancia que podría generar el individuo más bajo en la escala del
contrabando de combustible, y ¿Quién puede culparlo? si para ganarse esos
58.000 Bs. Tendría que trabajar 1 año entero aproximadamente de manera honesta para ganar el sueldo mínimo,
ese sueldo que se lo comió la inflación hace ya más de 4 años.
Por
ello es que la ciudad pontálida está inundada de carros viejos, carcachones o
tajadas (como le dicen algunos lugareños), los modelos más buscados son el
Caprice, el Malibú, el LTD o cualquier semejante, todos cuatro puertas, para
llevar pasajeros y para gasolinear a
la vez, mientras los países desarrollados apuestan por vehículos pequeños,
ahorradores de gasolina, con auxilio eléctrico, en Rubio los vehículos más
cotizados son estas reliquias del 70 y 80 aproximadamente, cómo me dijo uno de
los choferes de la línea que cruza a Cúcuta “ si tienes algún carros de estos,
lo traes para acá y le pones un aviso de se vende, no han pasado 2 horas cuando
ya estas firmando, te dan hasta 1 millón mientras que en Caracas ni 500mil te
dan” la respuesta es obvia, estos carros son famosos por el tamaño de su
tanque, que cargan entre 60 y 70 litros, es decir, a mayor tamaño mayor
ganancia, 70 litros a 70 Bs. El litro, son: 4900 Bs.
El
guardia de frontera no puede impedirte el paso ni mucho menos revisar el tanque
(Aunque me contaron que a veces lo hacen y sustraen toda la gasolina para
llenar una pimpina con la excusa del contrabando y llenan ellos sus unidades o
vehículos privados) es un tráfico que pasa inadvertido y sin los riesgos de
otrora, o sin los riesgos que reporta el tráfico de cigarrillos actualmente en
el cruce del peñón de Gibraltar allá en España, ésta es una escala intermedia en
el contrabando de combustible nacional, porque luego están los autobuses de
pasajeros o los camiones.
Uno
de los choferes de la línea que va desde el terminal de Rubio hasta Bramón, me
dijo lo siguiente “Yo no sirvo para contrabandear porque yo soy miedoso, por
eso es que en la línea el que menos hace la vuelta soy yo, yo le doy dos veces
por semana nada más, saco dos pimpinas y dejo para el regreso, por cada una me
dan 2100 Bs.” Si sacamos la cuenta, el chofer redondea unos 8500 Bs.
Aproximadamente a la semana, más los 7000 Bs. Que gana de manera honesta como
chofer de la unidad que no es suya, son 41000 Bs. Y prosigue “Tengo que hacerlo
porque sino ¿cómo hago? Eso no alcanza para nada, con tres muchachos, mi señora
y mi mamá se me va todo” ¿Quién qué viva en la Venezuela actual puede
contradecirlo? No lo excuso, porque está cometiendo un delito y grave, pero
parafraseando a Rómulo, no le ha quedado de otra a este ciudadano que admite
inclusive ser miedoso para esas cosas.
Claro
que ha habido por parte de la guardia nacional incautaciones y detenidos por
esta actividad ilícita, pero como dicen los lugareños “es pura pantalla”, son
sacrificios necesarios para mantener el sistema de robo descarado a la nación, “hay
que enviar algunos datos al jefe y a la prensa para que no digan que no estamos
haciendo nada”.
Hay
una tradición infaltable en los gasolineadores
de oficio, dejarle un dinerito al
guardia de turno que esté en la alcabala de Peracal, o San Antonio o la de
Delicias, dependiendo de por dónde se decida contrabandear el combustible, lo
raro es que el funcionario no se pregunte “¿Por qué éste extraño a quien no
conozco me deja 400 Bs. Cada vez que pasa por acá?” la situación es
generalizada, obvia, permitida y los funcionarios actúan con la lenidad más apátrida
que puede existir, el cuerpo de la nación está sufriendo un desangre de
proporciones incalculables, además a diario en esa región se lesiona la moral
colectiva y la dignidad de todo un país, y quienes tienen la responsabilidad de
velar porque eso no suceda son los primeros en promover esa situación, son unos
criminales uniformados y con placa que los habilita para delinquir de manera
oficial y sin supervisión alguna.
Al
parecer y no quise ahondar mucho en el tema, los guardias nacionales, pagan
cuantiosas sumas para ser trasladados a algunas de estas alcabalas, cualquiera
que sea el rango, porque reporta un vehículo que los lleva directo a la
riqueza, y atiéndase cuando digo riqueza y no prosperidad; “los guardiecitas”
como le dicen los lugareños al funcionario de más bajo rango, empiezan a los
pocos meses de trabajar en alguna de las alcabalas, a pavonear su camioneta
personal, a hablar con los amigos del terreno que se compró, y de la quinta que
está fabricando o comprando, lo inaceptable e indignante de esta situación es
que ya se está haciendo un vicio colectivo, aceptado ya con normalidad por los
jóvenes actuales que no conocen otra realidad que ésta tan ruin y atentatoria
de lo venezolano.
Por
ello el Táchira que era conocida por ostentar una gran cantidad de escuelas
normales, institutos y estudios superiores, conocida por liceos de renombre y
por la tasa de estudiantes activos, ahora es una de las ciudades con más
deserción estudiantil según el actual diputado por ese estado Eduardo Marín,
con un 35% de jóvenes que deberían estar estudiando y no lo hacen; quizás
animados por la idea de sumarse a esta actividad despreciable y empezar a ganar
dinero sin los avatares que imponen los estudios y el trabajo honesto;
Nietzsche les diría “Hazlo, total… los resultados van a ser mejores si te
dedicas a esto y no a los estudios, si puedes, hazlo” pero estos niños
tachirenses van a crecer con los vicios propios de una persona inculta, que no
saber vivir, que se ahoga en la inmediatez y en lo material y que al final no
alcanza nunca la felicidad y no procura la de los suyos, riquezas para gastarla
en su mundo pequeño producto de la ignorancia y la incapacidad cognitiva y
espiritual.
Pero
también cabe la pregunta ¿Quién va a echar pico y pala? Si dos días cruzando la
frontera de Rubio a Cúcuta a 20 km aproximadamente se hace en dinero lo que
quizás con trabajo arduo, pudiera hacerse en un mes o más, nadie; y es lo
lamentable de la situación en el Táchira, el café lo cultivan los nostálgicos,
los románticos, pero ya no genera ganancia con tan abrupta actividad de
competencia.
Para
nadie es un secreto, que los productos de primera necesidad en Venezuela son
subsidiados, y lo son no por bondad del gobierno ni por sus nobles almas, sino
porque podemos darnos el lujo como estado de pagar productos necesarios con un
dinero diario que nos entra producto de la providencia y no de la producción;
destinar una parte de la renta a bajar los costos de las cosas es una de las
tantas opciones que se han planteado en la administración de nuestros recursos
petroleros y que no nos detendremos aquí para juzgar de buena o mala; ahora
cabe la pregunta ¿El estado está garantizando que ese subsidio llegue realmente
al Venezolano? O ¿Ese subsidio lo están aprovechando unos delincuentes coercionados
o no enriqueciéndose a costa del empobrecimiento de muchos otros? Entonces ese
dinero se está perdiendo y está beneficiando con abastecimiento a una sociedad
como la colombiana ajena a nuestros intereses como nación.
La
escasez viene de aquí, todo se va a manos de los “vivos”, es una actitud que se
ha propiciado en un sistema donde se respira ingobernabilidad, dónde las
instituciones se relajan, dónde la autoridad tiene por divisa la lenidad y la
laxitud, dónde el ciudadano percibe que quienes deben de orientarlo y darles el
ejemplo, son los primeros que delinquen, y dónde ese ciudadano se dispone
entonces a competir en esta carrera nefasta contra lo nacional, contra lo bueno
venezolano, contra los valores, contra la rectitud, contra la honestidad,
contra la vida misma.
El gasolinero dentro de sus más cercanos,
es decir, en su familia, es visto como el que trae el pan y lo trae en
abundancia relativa, es visto como el movido, como el que da la cara, es decir,
como el valiente que se las juega por darle todo a su familia, en parte quisiera comprenderlo, algo dentro de
mí quisiera entenderlo y ponerlo en este contexto cruel donde la honestidad es
el nicho que alberga a los pendejos, pero no puedo, ni ningún ser que se gane
la vida dignamente puede hacerlo, ningún venezolano que procure el bien para su
país puede darle el espaldarazo, por el contrario debe condenar esa actitud,
debe darles trato de criminales, de bandidos, de vende patria, debemos todos
como sociedad sumar esfuerzos y condenar estas acciones ilícitas ya que no tenemos
un gobierno que lo haga, ni unas instituciones que los penalicen, el desprecio
colectivo es una buena herramienta para no hacerse de la vista gorda ante
semejante agresión.
Cuando
las verdades son tan evidentes no hacen falta pruebas que las respalden, no
buscamos datos científicos que nos corroboren la existencia de la luz solar o
del aire que respiramos, en primera instancia sólo los advertimos, una
situación similar sucede con el Gobernador actual Don Vielma Mora, hasta sus
adeptos admiten la sinvergüencería de semejante personaje, una anécdota curiosa
que me contara el Sr. Gonzalo me convenció de lo que describiré a continuación,
me dijo jugando dominó “Una vez me accidenté por Peracal, en una C10 vieja que vendí fundida
tiempo después, estuve desde las 4 de la tarde y nadie me ayudaba, cuando se me
hizo las 9 de la noche los guardias se me acercaron y me dijeron “Viejo, ¿nadie
te va a rescatar? Aquí no te puedes quedar” y les dije: yo no tengo ni teléfono
y a quién voy a llamar, trato de meterle el cardán de nuevo y nada, no entra, a
eso llamaron por radio y a los 20
minutos llegó una grúa de plataforma, yo les dije que no tenía para pagarla y
me dijeron “tranquilo eso corre por cuenta de la casa, dígale dónde queda su
casa que ahí lo llevan” y después hablando con el grúero me dice “te la pagaron
porque cuando cierran la frontera es que empiezan a cruzar los camiones de YerbaMora contrabandeando en gandolas
todo, por eso es que ellos cierran el perímetro y no permiten que nadie se
quede cerca de las alcabalas”.
Es
un secreto a voces, todo el mundo sabe la verdad acerca del gobernador contrabandista,
todo el mundo sabe que él siendo la máxima autoridad del estado es quién
promueve tan ilícita actividad, un delincuente más, lo cual ha ayudado a que la
situación se torne viral, el tachirense piensa “Sí él lo hace, yo también” por
ello la situación actual de escasez en ese estado.
No
es momento de cuestionar si el imperio norteamericano tiene sus manos en la
escasez o no, si de verdad hay una guerra económica o no, son análisis que no
caben en este estudio, lo que sí se puede asegurar es que esta es una de las
causas de la escasez; producto que se haya regulado producto que puede generar
ganancias iso facto y es más rentable venderlo que consumirlo o dejarlo
vegetando en un anaquel para el disfrute de otro que decida adquirirlo cuando
guste.
¿Para
qué voy a comerme 10 cachamas? si las puedo vender y con lo que gano me compro
un salmón y me sobra para el postre, es un vicio peligroso que está poniendo en
riesgo la vida económica y social de la república, este sistema de gobierno
está fabricando parásitos, delincuentes, generando escasez, es una cadena
perversa que me propongo de nuevo identificar:
Relajación e Inexistencia de Instituciones
Autoridades Corruptas
Supervivencia
(Predominio del más apto “Pillaje,
Viveza”)
Estado de Naturaleza
Viralización de la delincuencia
Escasez
Me
arriesgué a por la independencia cognitiva, a elaborar ese pequeño esquema que
quizás Hobbes o Almond y Powell pudiesen
haber explicado de manera más precisa y académica, pero no le hubiesen impreso
el sentido que he querido darle, para que pueda entenderse por cualquier
persona con un mínimo de formación.
En
definitiva Rubio y el Tachira todo, está pasando de ser una noble y heroica villa a ser un terraplen dónde habitan en
abundancia contrabandistas, dónde el deshonor y el desapego a la nación son la
divisa, dónde sus ciudadanos se ven arrojados por el sistema de gobierno actual
a delinquir a diario y sin posibilidades algunas de sobrevivir con el trabajo
honesto y laborioso; se puede revertir esta penosa situación, desde el poder,
promoviendo de nuevo un fortalecimiento de las instituciones, creando nuevas
instituciones populares que privilegien la honestidad y la rectitud como el
único camino apto y óptimo de vivir y dejar vivir.
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