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Rubio, Ciudad Pontálida. Marzo 2015

 Rubio, Ciudad Pontálida.

Carlos Subero “El viaje me sirvió para darme cuenta de una realidad terrible que acosa a Venezuela, viajé al epicentro de uno de los problemas más graves que azotan nuestra sociedad”

Rubio, Tradición vs. Modernización
En mi acostumbrada advertencia al lector, debo prevenirlo de varias cosas, primero, mi visita a la ciudad es el móvil de este escrito; cinco días bastaron para quedar prendado de este macondo mágico, lleno de puentes y de esa cualidad voy a sujetarme para describirla en su esencia, pero también para usarla de puente que me ayude a tocar temas políticos, económicos y sociales.
Rubio, ciudad pontálida servirá para establecer conexiones con temas álgidos de Venezuela entera, servirá para sobrepasar los ríos que se interponen entre la realidad y la propaganda oficial, servirá para tramontar los escoyos que surten la desinformación y el desparpajo; servirá esta ciudad para seguir andando en el camino ya trazado de autoconocimiento y construcción de un sistema propio Venezolano.
No puedo ahorrar descripciones, argumentos y números  en este escrito, no puedo darle el carácter de artículo publicable,  porque es desproporcionado tratar temas tan hondos en tan pocas líneas; considero en esta ocasión y en anteriores, que los problemas venezolanos son tan grandes, que grandes y extensos deben ser su tratamiento, so pena de la agilidad difusora que reporta un artículo de escasos tres o cuatro párrafos.
Mi viaje fue folklórico, fue porque tenía que ser, en la forma en la que fue, y no pudo haber sido mejor ni diferente, añado a este trabalenguas; fue porque sino éste escrito no hubiese sido. No había tenido la oportunidad de visitar los Andes aparte de un viaje de mi infancia de esos en los cuales uno es arrastrado por los mayores y fotografiado hasta la saciedad, es decir, no tenía un recuerdo vívido de la región andina; Conocer Rubio me hizo acordarme de la Venezuela que creía extinta, de esa que viví en mi infancia, rodeada de refranes, de pueblo, de sencillez, rodeada de sinceridad y hospitalidad desorbitada, de solidaridad vecinal y de religiosidad espiritual y gastronómica.
El pueblo cuenta entre sus haberes con los requisitos que un pueblo debe tener para obtener el título de tal: la plaza, la iglesia, las carreras y avenidas, el centro, el mercado a cielo abierto, las señoras entregadas a sus familias y a Dios, los viejos cuenteros y los niños en sus bicicletas; adolescentes que desentonan con lo folklórico de la pequeña ciudad, impactados sin límites por la transculturización y la globalización de las formas de vida del occidente contemporáneo.
No es de extrañar en Rubio, ver una señora caminando por la calle entre la neblina de las seis de la tarde con una bolsa llena de granos de café recién cosechados,  atravesada en su paso por un joven de jeans desteñidos y peinado fantástico, elaborado con esmero y gel en abundancia; a la par de ver un Caprice viejo pero bien conservado pasando o  ver al  viejo que se haya junto a su compadre en el frente de su casa sentado hablando de cuando se accidentó por Bramón o cuando lo agarró la guardia contrabandeando por Delicias, escenario interrumpido por el estruendo de un carro viejo pero enchulado con cornetas de alta potencia que bañan de reggaetón la escena tan noble que describo.
Este es Rubio, tradición y modernización, ninguna fuerza se rinde ante otra, han hecho un pacto por sobrevivir juntas, aun y cuando la tradición por ahora lleva la delantera, no se ve el  McDonald’s y sobran los bocadillos de leche, de frutas o de guayaba; no se observa el croissant pero sobran el bolillo de batata, de leche, de guayaba y queso; escasea el Gouda pero sobra el queso llanero, el palmizulia y el delicia, Rubio se resiste a perder su identidad, las madres y abuelas están librando esa lucha y por ahora van ganando sin mayores provisiones.
A pesar de que Rubio cuenta con todos los requisitos normales de un pueblo, presenta una notable excepción, ha parido notables entre los cuales se cuenta un jefe de estado del cual no puede sino hablarse bien por su recta conducta y por sus obras que fueron su carta de presentación, el siempre recordado y mal tratado Carlos Andrés Pérez; un cronista e historiador local de alcances estelares como lo fue Rafael María Rosales; pero también está rodeada de otros pueblos que han dado a luz a jefes de estado notables; A escasos minutos de Rubio se encuentra Capacho pueblo natal del General Cipriano Castro; también se encuentra La Mulera en el camino muy transitado hacia San Antonio del Táchira última alcabala de Venezuela hacia el paso fronterizo, pueblo natal del General Juan Vicente Gómez; Queniquea ciudad natal del General López Contreras; San Cristóbal lugar de nacimiento del General Isaías Medina Angarita; Michelena municipio donde nació el General Marcos Pérez Jiménez; todos presidentes de la República de Venezuela.
En mis estudios de historia de Venezuela siempre me había hecho esta pregunta: ¿Por qué el Táchira cuenta con tantos presidentes? Como no cuenta el Zulia, o el estado Sucre o cualquier otro estado del territorio nacional, ahora lo entiendo todo.  


Así era Rubio y El Táchira
Para los rubienses y los tachirenses en general, de otrora; el trabajo, el café,  la hospitalidad y la religión son su divisa; y digo de otrora porque lamentablemente la situación ha cambiado. Esa vieja “Tachiraniedad” como la catalogaba Rafael María Rosales en sus escritos de historia menuda sobre Rubio, se ha visto lesionada y está en peligro de extinción por una nueva forma de vida ruin y condenable desde todo punto de vista.
El trabajo, porque los viejos de la casa en donde me recibieron, no concebían un desayuno, sin antes recoger los huevos de las gallinas del corral de atrás, un café sin antes tostar el grano, una arepa sin antes bregar por conseguir la harina de maíz, un día de trabajo sin levantarse a las cinco de la mañana; y todos sus cuentos, que escuché y disfruté, eran de cuando llevaban el ganado colina arriba a la hacienda de los tíos, o cuando esparcían los granos de café en patios enormes de hacendados amigos, o del dolor que aún tienen en la cadera por el paleo y el picoteo en el conuco familiar, todo era alrededor del trabajo, no de servicio, sino productivo, laborioso, del trabajo sin remedos.
El café, lo tosté en caldero y con una paleta junto a ellos, saboreé ese olor mientras el grano se oscurece, me llegó el calor a los dedos, me enseñaron el arte ya secular de disfrutar un buen café Venezolano, sembrado, cosechado y dispuesto para sorberlo de la taza de peltre, sin leche y con azúcar. El café de paquete se usa cuando la vieja de la casa se haya enferma o indispuesta a laborar en todo el proceso que describo, el Nescafé es despreciado al igual que todos esos lattes de ultramar, los han probado y les ha servido para aumentar su orgullo por el café local, familiar, propio rubiense, pero como me dijeron, entre nostalgia y lamentos “ya nadie quiere trabajar el café, sólo quedamos nosotros y otros como nosotros que nos preocupamos por tomar nuestro café bien hechecito”
La hospitalidad, porque en cinco días me sentí parte de los Mora, de esa familia que no escatima a la hora de recibir a un huésped en su casa, me apenaron con tantas atenciones y de a momentos me sentí como un presidente en visita oficial a un país saudí de riquezas incalculables. Dispusieron de lo poco que tenían para que yo me sintiese a gusto, para que no los olvidase; tuve la oportunidad de disfrutar de una cata de miaos, pues recientemente les había nacido en la casa una nieta, y ésta es una bebida que elaboran en ocasión del nacimiento de algún niño de la familia, unos jugos puros y bien concentrados pero con miche (una bebida fuerte semejante al tequila) y un toque de anís, los probé de fresa, de durazno y de mora, todos muy buenos; probé el masato en la mañana, bien frío, una bebida espesa hecha de arroz, fermentada, muy buena; probé un desayuno buenísimo de arepas de trigo, con tortilla, y queso delicia, y una cesta de pastelitos toda a mi disposición; probé variedad de panes andinos rellenos, de sabor o glaseados; probé los quesos más frescos que he probado en mucho tiempo, delicia, llanero y palmizulia; probé los bocadillos, probé el miche Antioqueño y me fui diciéndole al aguacate, el curo.
Esta gente en su esfuerzo por cumplir con una de sus divisas, y en el proceso de Andinización de mi persona, me demostraron unas formas de vida basadas en el amor y respeto a Cristo; me adelantaron los siete potajes, tradición de semana santa, y dispusieron en su mesa de variados platos para que los probase todos, Cachama, Babo, Pollo guisado con papás, Ensalada de papas, Chanfaina, Sopa de Arroz, de nuevo abundantes pastelitos, y todo desde las limitaciones que les impone sus pensiones y la situación del país que pronto describiré. Me fui con la promesa de volver a la caminata hacia el Cristo de La Grita que se celebra en el mes de agosto, por una ruta catalogada del peregrino, que dura 18 horas y somete a quienes la caminan, a malestares producto de la altura del sitio.


El Táchira de ahora
En esta casa me mostraron un Táchira viejo, no el actual, el de ahora lo vi con mis ojos y difería en mucho de ese islote acordonado en donde pervive con grandes esfuerzos el rubio de antes y sus mejores costumbres. El de ahora tiene por divisa el contrabando, la escasez, el rebusque y el deshonor.
 Es lamentable, pero los nuevos tachirenses, éstos, coaccionados y coercionados por la Revolución actual, se han visto en la necesidad de desplazarse lejos de la honestidad  y pasar a ser un pueblo de forajidos, que lesionan a diario a su propio país, y Rubio es el epicentro de ello; lo digo con dolor pero con responsabilidad, lo digo con pena pero con satisfacción de que esta crítica tendrá eco en el futuro y la reconstrucción del Táchira que Simón Bolívar catalogó como “Patriótica y Valerosa Villa”; del Rubio que Rafael María Rosales hijo de esta hermosa ciudad catalogó como “Pueblo honesto, generoso y noble de espíritu”, del Táchira cuyas divisas mencioné anteriormente, del Táchira de los Mora, de ese que tratan desde sus limitaciones de preservar, será una realidad ineluctable.
Cualquiera que tenga siquiera conocimientos rudimentarios de historia económica, sabe que cuando toda una región se dedica a actividades ilícitas -comerciales o industriales- es porque no existe abierta la posibilidad de ganarse honestamente la vida en labores lícitas. Los pueblos contrabandistas son siempre pueblos arruinados con anterioridad al momento en que se resolvieron a ganar el sustento al margen de la ley, en lucha abierta contra las normas de una sociedad que se mostraba incapaz para garantizarle los medíos honrados de vivir. (Betancourt R, 1938)

No hay palabras más exactas que éstas que coloco íntegras, de Rómulo Betancourt en uno de sus artículos, preocupado por el contrabando en el Estado Fronterizo del Táchira, contrabando que será descrito con exactitud y que servirá para describir el actual y las abismales diferencias entre uno y otro; el actual tiene rasgos de salvajismo y proporciones de robo criminal al erario nacional.

“La culpa no la tiene el ciego, sino quién le da el garrote” es un refrán popular que se haya en el vocablo de mi anciana abuela; la culpa es de este sistema de gobierno que ahora preside Nicolás Maduro que ha creado las condiciones tales para que Rubio y el Táchira toda se halle en este trance vergonzoso de ruindad y hurto generalizado.

El contrabando ya no es como el de otrora;  el que denunciaba Rómulo en sus escritos, consistía en contrabandear ganado y engordarlo en el Norte de Santander, porque el peso colombiano estaba muy depreciado y el coste por engorde de ganado era muy inferior al coste en Venezuela, y además los ganaderos cobraban al estado prima de exportación de ganado, lo cual era ilegal, porque el juego consistía en exportar el ganado, engordarlo afuera, cobrar la prima de exportación e importarlo de nuevo a Venezuela para venderlo, el producto se encarecía y el ganadero se enriquecía un tanto más con esta trampilla, el estado venezolano perdía un dinero un tanto significativo en el pago de la prima y el Táchira y sobre todo Rubio se quedaba con una tasa menos de empleo, porque éstas labores las realizaban colombianos con tasas de remuneración muy por debajo de los Venezolanos acostumbrados a disfrutar las ventajas de una moneda fuerte que encarece su mano de obra.

Sucedía lo mismo con el café, era más rentable contratar jornaleros colombianos, pagarles en bolívares y que éstos se fuesen a Cúcuta consumir productos baratísimos comprados con bolívares, que pagarles a Venezolanos que cobran mejor y que compraban  productos equiparados a la economía nacional de aquella época, es decir, con precios más elevados que en el país vecino; éste ahorro significativo en mano de obra se unía a la misma trampilla de la prima de exportación, y se sacaban dividendos a la república que hubiese podido ahorrarse si no fuera por estos subterfugios de ganaderos y hacendados, lo que es importante destacar es que este hurto no era generalizado, lo cometían las personas pudientes, dueños de medios de producción, y si a ver vamos, producían, laboraban, daban empleo y por ello es que el Táchira produjo entonces ciudadanos de alto vuelo como los que hemos mencionado, por las características de ciudad productiva y laboriosa. Es decir, el contrabando ha existido desde que Venezuela se constituyó en república, pero tenía estas características ingenuas y de viveza criolla, despreciable desde todo punto de vista pero incomparable con la situación actual, son insalvables las distancias.

Otro tipo de contrabando era el que me comentó el Sr. Gonzalo, vecino de los Mora; el que él realizaba consistía en ir a Cúcuta con Bolívares y comprar ganado lanudo rumiante, y traérselo por la trocha (Caminos improvisados de tierra para conectar ambos países, son utilizados precisamente para el contrabando desde hace más de un siglo), él solo con su hermano compraban unas 2 o 3 reses y se las traían a pie, arriándolas por tan agrestes caminos, les tomaba 1 día entero y sin descanso, pero lo que compraban a precio de gallina flaca por el peso devaluado, lo vendían en el lado venezolano por kilos, en bolívares por supuesto y a precios de capitalismo desbordado.

Según los copiosos estudios de Rómulo Betancourt (1938) el sueldo promedio de un trabajador colombiano que trabajase en Venezuela, era de 1-1,50 Bs. Diarios, y el de un venezolano que trabajase en su país, en Rubio o en cualquier localidad del Táchira o de la región fronteriza, era de 2,50-3Bs. diarios, por ello las ventajas de contratar a un colombiano, además los Venezolanos estaban cada vez menos dispuestos a echar pico y pala para otro, estaban dados más a adquirir un terreno y trabajar para sí mismos. La diferencia radicaba que el peso estaba devaluado en más de un 45% en relación con el dólar americano, mientras que Venezuela tenía posicionado el bolívar a 3-4 Bs. Con respecto a cada dólar americano.

En Cúcuta podía comprarse con 100 Bs al cambio, lo que en Táchira valía unos 200 Bs. Aproximadamente; pero no era problema alguno porque el venezolano ganaba más, tanto el obrero como el empleado.

Ésta era a grandes rasgos la situación del contrabando en épocas pasadas y alarmaba a quienes estudiaban el tema, porque la república ciertamente se veía lesionada por culpa de unos profesionales del contrabando y de estafa al estado. Ahora la situación en el Táchira es Generalizada, ya no se exporta ganado, ni café, ya no se cruza  a Cúcuta por el placer de comprar a precios de regalo, ya no se utilizan las trochas que según los entendidos muchas de ellas se perdieron a causa de la naturaleza, ya ni siquiera los jóvenes piensan en arriar un ganado o comprar un terreno, la platabanda en casa de sus viejos resuelve el problema habitacional, de manera precaria por la escasez de materiales de construcción y por ello el descuido evidente de la estética en toda la región fronteriza del Táchira;  la independencia de los jóvenes en esta región al igual que en toda Venezuela es una ilusión de las más utópicas.


Vaya si han cambiado las cosas…

El contrabando más rentable de ahora difiere mucho del descrito anteriormente, ahora es de combustible, transportar combustible de Táchira a Cúcuta es el negocio redondo, motocicletas, carros, autobuses y camiones laburan en ello; hay diferentes niveles y son los hombres los que mayormente se desenvuelven en este contrabando inefable.

Las motocicletas ocupan el escalón más bajo en la estafa generalizada; una motocicleta como la RKV de Empire, que dispone de uno de los tanques más grandes de las motos de baja cilindrada chinas que son las que inundan el mercado automotor actual, dispone de 17 litros en su tanque, eso reporta iso facto para un motorizado, a 70 Bs. El litro aproximadamente 1190 Bs. Sí el motorizado es laborioso, y se para todos los días a eso de las 3 de la mañana para hacer cola en las estaciones de servicio, y hace 2 cruces diarios a Cucúta, en 6 días dejando el domingo de descanso, puede hacer 14.280 Bs. Aproximadamente, es decir, al mes puede redondear al menos unos 57.120 Bs. Eso sí se dispone arduamente a estafar a la nación como describo, sería ésta la máxima ganancia que podría generar el individuo más bajo en la escala del contrabando de combustible, y ¿Quién puede culparlo? si para ganarse esos 58.000 Bs. Tendría que trabajar 1 año entero aproximadamente  de manera honesta para ganar el sueldo mínimo, ese sueldo que se lo comió la inflación hace ya más de 4 años.

Por ello es que la ciudad pontálida está inundada de carros viejos, carcachones o tajadas (como le dicen algunos lugareños), los modelos más buscados son el Caprice, el Malibú, el LTD o cualquier semejante, todos cuatro puertas, para llevar pasajeros y para gasolinear a la vez, mientras los países desarrollados apuestan por vehículos pequeños, ahorradores de gasolina, con auxilio eléctrico, en Rubio los vehículos más cotizados son estas reliquias del 70 y 80 aproximadamente, cómo me dijo uno de los choferes de la línea que cruza a Cúcuta “ si tienes algún carros de estos, lo traes para acá y le pones un aviso de se vende, no han pasado 2 horas cuando ya estas firmando, te dan hasta 1 millón mientras que en Caracas ni 500mil te dan” la respuesta es obvia, estos carros son famosos por el tamaño de su tanque, que cargan entre 60 y 70 litros, es decir, a mayor tamaño mayor ganancia, 70 litros a 70 Bs. El litro, son: 4900 Bs.

El guardia de frontera no puede impedirte el paso ni mucho menos revisar el tanque (Aunque me contaron que a veces lo hacen y sustraen toda la gasolina para llenar una pimpina con la excusa del contrabando y llenan ellos sus unidades o vehículos privados) es un tráfico que pasa inadvertido y sin los riesgos de otrora, o sin los riesgos que reporta el tráfico de cigarrillos actualmente en el cruce del peñón de Gibraltar allá en España, ésta es una escala intermedia en el contrabando de combustible nacional, porque luego están los autobuses de pasajeros o los camiones.

Uno de los choferes de la línea que va desde el terminal de Rubio hasta Bramón, me dijo lo siguiente “Yo no sirvo para contrabandear porque yo soy miedoso, por eso es que en la línea el que menos hace la vuelta soy yo, yo le doy dos veces por semana nada más, saco dos pimpinas y dejo para el regreso, por cada una me dan 2100 Bs.” Si sacamos la cuenta, el chofer redondea unos 8500 Bs. Aproximadamente a la semana, más los 7000 Bs. Que gana de manera honesta como chofer de la unidad que no es suya, son 41000 Bs. Y prosigue “Tengo que hacerlo porque sino ¿cómo hago? Eso no alcanza para nada, con tres muchachos, mi señora y mi mamá se me va todo” ¿Quién qué viva en la Venezuela actual puede contradecirlo? No lo excuso, porque está cometiendo un delito y grave, pero parafraseando a Rómulo, no le ha quedado de otra a este ciudadano que admite inclusive ser miedoso para esas cosas.

Claro que ha habido por parte de la guardia nacional incautaciones y detenidos por esta actividad ilícita, pero como dicen los lugareños “es pura pantalla”, son sacrificios necesarios para mantener el sistema de robo descarado a la nación, “hay que enviar algunos datos al jefe y a la prensa para que no digan que no estamos haciendo nada”.

Hay una tradición infaltable en los gasolineadores de oficio, dejarle un dinerito al guardia de turno que esté en la alcabala de Peracal, o San Antonio o la de Delicias, dependiendo de por dónde se decida contrabandear el combustible, lo raro es que el funcionario no se pregunte “¿Por qué éste extraño a quien no conozco me deja 400 Bs. Cada vez que pasa por acá?” la situación es generalizada, obvia, permitida y los funcionarios actúan con la lenidad más apátrida que puede existir, el cuerpo de la nación está sufriendo un desangre de proporciones incalculables, además a diario en esa región se lesiona la moral colectiva y la dignidad de todo un país, y quienes tienen la responsabilidad de velar porque eso no suceda son los primeros en promover esa situación, son unos criminales uniformados y con placa que los habilita para delinquir de manera oficial y sin supervisión alguna.

Al parecer y no quise ahondar mucho en el tema, los guardias nacionales, pagan cuantiosas sumas para ser trasladados a algunas de estas alcabalas, cualquiera que sea el rango, porque reporta un vehículo que los lleva directo a la riqueza, y atiéndase cuando digo riqueza y no prosperidad; “los guardiecitas” como le dicen los lugareños al funcionario de más bajo rango, empiezan a los pocos meses de trabajar en alguna de las alcabalas, a pavonear su camioneta personal, a hablar con los amigos del terreno que se compró, y de la quinta que está fabricando o comprando, lo inaceptable e indignante de esta situación es que ya se está haciendo un vicio colectivo, aceptado ya con normalidad por los jóvenes actuales que no conocen otra realidad que ésta tan ruin y atentatoria de lo venezolano.

Por ello el Táchira que era conocida por ostentar una gran cantidad de escuelas normales, institutos y estudios superiores, conocida por liceos de renombre y por la tasa de estudiantes activos, ahora es una de las ciudades con más deserción estudiantil según el actual diputado por ese estado Eduardo Marín, con un 35% de jóvenes que deberían estar estudiando y no lo hacen; quizás animados por la idea de sumarse a esta actividad despreciable y empezar a ganar dinero sin los avatares que imponen los estudios y el trabajo honesto; Nietzsche les diría “Hazlo, total… los resultados van a ser mejores si te dedicas a esto y no a los estudios, si puedes, hazlo” pero estos niños tachirenses van a crecer con los vicios propios de una persona inculta, que no saber vivir, que se ahoga en la inmediatez y en lo material y que al final no alcanza nunca la felicidad y no procura la de los suyos, riquezas para gastarla en su mundo pequeño producto de la ignorancia y la incapacidad cognitiva y espiritual.

Pero también cabe la pregunta ¿Quién va a echar pico y pala? Si dos días cruzando la frontera de Rubio a Cúcuta a 20 km aproximadamente se hace en dinero lo que quizás con trabajo arduo, pudiera hacerse en un mes o más, nadie; y es lo lamentable de la situación en el Táchira, el café lo cultivan los nostálgicos, los románticos, pero ya no genera ganancia con tan abrupta actividad de competencia.

Para nadie es un secreto, que los productos de primera necesidad en Venezuela son subsidiados, y lo son no por bondad del gobierno ni por sus nobles almas, sino porque podemos darnos el lujo como estado de pagar productos necesarios con un dinero diario que nos entra producto de la providencia y no de la producción; destinar una parte de la renta a bajar los costos de las cosas es una de las tantas opciones que se han planteado en la administración de nuestros recursos petroleros y que no nos detendremos aquí para juzgar de buena o mala; ahora cabe la pregunta ¿El estado está garantizando que ese subsidio llegue realmente al Venezolano? O ¿Ese subsidio lo están aprovechando unos delincuentes coercionados o no enriqueciéndose a costa del empobrecimiento de muchos otros? Entonces ese dinero se está perdiendo y está beneficiando con abastecimiento a una sociedad como la colombiana ajena a nuestros intereses como nación.

La escasez viene de aquí, todo se va a manos de los “vivos”, es una actitud que se ha propiciado en un sistema donde se respira ingobernabilidad, dónde las instituciones se relajan, dónde la autoridad tiene por divisa la lenidad y la laxitud, dónde el ciudadano percibe que quienes deben de orientarlo y darles el ejemplo, son los primeros que delinquen, y dónde ese ciudadano se dispone entonces a competir en esta carrera nefasta contra lo nacional, contra lo bueno venezolano, contra los valores, contra la rectitud, contra la honestidad, contra la vida misma.

El gasolinero dentro de sus más cercanos, es decir, en su familia, es visto como el que trae el pan y lo trae en abundancia relativa, es visto como el movido, como el que da la cara, es decir, como el valiente que se las juega por darle todo a su familia,  en parte quisiera comprenderlo, algo dentro de mí quisiera entenderlo y ponerlo en este contexto cruel donde la honestidad es el nicho que alberga a los pendejos, pero no puedo, ni ningún ser que se gane la vida dignamente puede hacerlo, ningún venezolano que procure el bien para su país puede darle el espaldarazo, por el contrario debe condenar esa actitud, debe darles trato de criminales, de bandidos, de vende patria, debemos todos como sociedad sumar esfuerzos y condenar estas acciones ilícitas ya que no tenemos un gobierno que lo haga, ni unas instituciones que los penalicen, el desprecio colectivo es una buena herramienta para no hacerse de la vista gorda ante semejante agresión.

Cuando las verdades son tan evidentes no hacen falta pruebas que las respalden, no buscamos datos científicos que nos corroboren la existencia de la luz solar o del aire que respiramos, en primera instancia sólo los advertimos, una situación similar sucede con el Gobernador actual Don Vielma Mora, hasta sus adeptos admiten la sinvergüencería de semejante personaje, una anécdota curiosa que me contara el Sr. Gonzalo me convenció de lo que describiré a continuación, me dijo jugando dominó “Una vez me accidenté por  Peracal, en una C10 vieja que vendí fundida tiempo después, estuve desde las 4 de la tarde y nadie me ayudaba, cuando se me hizo las 9 de la noche los guardias se me acercaron y me dijeron “Viejo, ¿nadie te va a rescatar? Aquí no te puedes quedar” y les dije: yo no tengo ni teléfono y a quién voy a llamar, trato de meterle el cardán de nuevo y nada, no entra, a eso llamaron por radio y  a los 20 minutos llegó una grúa de plataforma, yo les dije que no tenía para pagarla y me dijeron “tranquilo eso corre por cuenta de la casa, dígale dónde queda su casa que ahí lo llevan” y después hablando con el grúero me dice “te la pagaron porque cuando cierran la frontera es que empiezan a cruzar los camiones de YerbaMora contrabandeando en gandolas todo, por eso es que ellos cierran el perímetro y no permiten que nadie se quede cerca de las alcabalas”.

Es un secreto a voces, todo el mundo sabe la verdad acerca del gobernador contrabandista, todo el mundo sabe que él siendo la máxima autoridad del estado es quién promueve tan ilícita actividad, un delincuente más, lo cual ha ayudado a que la situación se torne viral, el tachirense piensa “Sí él lo hace, yo también” por ello la situación actual de escasez en ese estado.

No es momento de cuestionar si el imperio norteamericano tiene sus manos en la escasez o no, si de verdad hay una guerra económica o no, son análisis que no caben en este estudio, lo que sí se puede asegurar es que esta es una de las causas de la escasez; producto que se haya regulado producto que puede generar ganancias iso facto y es más rentable venderlo que consumirlo o dejarlo vegetando en un anaquel para el disfrute de otro que decida adquirirlo cuando guste.

¿Para qué voy a comerme 10 cachamas? si las puedo vender y con lo que gano me compro un salmón y me sobra para el postre, es un vicio peligroso que está poniendo en riesgo la vida económica y social de la república, este sistema de gobierno está fabricando parásitos, delincuentes, generando escasez, es una cadena perversa que me propongo de nuevo identificar:



Relajación e Inexistencia de Instituciones
 


      Autoridades Corruptas
 


      Ingobernabilidad

     Supervivencia
 (Predominio del más apto “Pillaje, Viveza”)
     Estado de Naturaleza
 


Viralización de la delincuencia
 

     
       Escasez





Me arriesgué a por la independencia cognitiva, a elaborar ese pequeño esquema que quizás Hobbes o Almond y Powell  pudiesen haber explicado de manera más precisa y académica, pero no le hubiesen impreso el sentido que he querido darle, para que pueda entenderse por cualquier persona con un mínimo de formación.
En definitiva Rubio y el Tachira todo, está pasando de ser una noble y heroica villa a ser un terraplen dónde habitan en abundancia contrabandistas, dónde el deshonor y el desapego a la nación son la divisa, dónde sus ciudadanos se ven arrojados por el sistema de gobierno actual a delinquir a diario y sin posibilidades algunas de sobrevivir con el trabajo honesto y laborioso; se puede revertir esta penosa situación, desde el poder, promoviendo de nuevo un fortalecimiento de las instituciones, creando nuevas instituciones populares que privilegien la honestidad y la rectitud como el único camino apto y óptimo de vivir y dejar vivir.



























CarlosGSubero@gmail.com

@cgsubero

  

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